Síndrome del impostor

¿Te has quedado alguna vez con el teléfono en el hombro sin cortar, mientras tu interlocutor o interlocutora tampoco ha cortado la llamada y jura que tú sí?

Es un placer culpable atroz. Es escuchar cómo un padre le habla a su hijo preguntándole si quiere o no quiere el computador, mientras se oye la llave del lavaplatos y mientras ese profesor lava los platos.

Es sentirse haciendo una maldad, pero tampoco tanta. Es lo mismo que se siente cuando se dirige un medio de prensa y te entrevistan. Es el pudor de estar en un lugar que a uno no le corresponde, pero del que se disfruta por unos momentos.

Puede que uno nunca supere el síndrome del impostor o el efecto Dunning-Kruger, pero aquí seguimos. Al pie del cañón.

Agradezco a Arturo Ferrari y al estudio Muñiz haberme entrevistado, junto a Alfredo Veronesi, director de AUNO Abogados, de Argentina, para la revista Columnas.

Porque más allá de la noticia y de la rigurosidad y de la línea editorial que está presente —pero que no debe atentar contra el buen periodismo—, sí tenemos opinión, sí tenemos creencias y convicciones, sí estamos constantemente analizando y queremos decir algo. Más de algo.

Y mientras escuchaba los platos y los vasos [ya corté] y la voz de un padre que le habla a sus hijos, no dejo de pensar en la profunda ironía de dirigir un medio de prensa y sentir que no corresponde hablar. Y en el famoso síndrome del impostor.

 
Sofía Martin Leyton
Directora
Idealex.press

Sofía Martin, Idealex.press