"No puedo dejar de pensar en ellos cuando veo que ciertas oficinas de abogados se precian de no conocer límites,...
Una pandemia de civilistas
«Es imposible ignorar el impacto del caso fortuito: nunca se había debatido tanto, nunca se había comentado y compartido tan profusamente, nunca tanto medio de prensa había recibido tanta columna».
DRA. LEX - 31 diciembre, 2020
Año de catástrofe, temprano en marzo, apenas iban a comenzar las clases y nos agarró la pandemia y el estado de emergencia. Tanta sabiduría que entregar y los civilistas sin escenario.
No les quedó otra que, raudas y raudos, organizar cuanto webinar existe. Léase como webinár, así como podcást, para los doctorados en Francia que hacen como que no saben pronunciar el inglés.
Pero antes de continuar con este recuento 2020, a los estimados profesores de Perú, delicadísimos con las formas, necesito decirles que hoy me reiré de los chilenos, pero que no sufran por ellos, porque están inmunizados (estoy tan al día con los términos científicos) contra la sátira, que a estas alturas es un deporte nacional que se enseña incluso en cursos pagados.
Partamos por la señora directora: años idolatrando a los procesalistas, años siguiéndolos por el mundo (no hay pudor, digo yo) y para qué. Hoy llora el abandono y se consuela en brazos de los civilistas. Dónde quedaron la moral y las buenas costumbres, eso llamado lealtad. No me lo pregunten a mí, porque no tengo respuesta. Seguro que 2021 se lo dedica en cuerpo y alma a los de M&A y energías renovables.
Pero vámonos a lo que importa, a los verdaderos académicos de tomo y lomo, porque ¡cuánto he aprendido en el año del coronavirus! Qué tal magnífico desarrollo intelectual, doctrinario y dogmático hubo en esta ilustre larga y angosta faja de tierra. Comenzaba la tragedia y la profesora Lilian San Martín feliz, exhibía su paper recién estrenado, explicando por qué la catástrofe debía constituir una categoría especial de responsabilidad civil.
Y si de publicaciones se trata, es imposible ignorar el impacto del caso fortuito: nunca se había debatido tanto, nunca se había comentado y compartido tan profusamente, nunca tanto medio de prensa había recibido tanta columna. Si hasta el profesor Mauricio Tapia se cuadró con una tercera edición de su libro sobre fuerza mayor, con Covid destacado en la tapa y todo. Me lo tuve que comprar, eso sí, porque no soy tan famosa como para que me lo mande de regalo, pero ya está. Por suerte no me había comprado la segunda edición de diciembre del año pasado.
Caso fortuito, fuerza mayor, alteración sobrevenida de las circunstancias (teoría de la imprevisión para los mortales) y arrendamiento. Y vuelta a empezar y el orden de los factores no altera el producto. Todos, más que todas, querían aparecer, pero los más empeñosos, por lejos, la dupla invencible, el sticker del año, un nuevo ejemplo de indivisibilidad natural, fueron Alvaro Vidal e Iñigo de la Maza. Tan prolíficos, artículos, papers, webinárs, unos ídolos. Es cierto que se repiten, harto, pero al que no le haya pasado que tire la primera piedra. Solo me permito una humilde petición: NO + remedios por favor, porque esta enfermedad lo que necesita es una vacuna.
Prosiguiendo y no tan lejos, el profesor Rodrigo Momberg, que es tan agradable, tan inteligente y de tan buen ver, tuvo un nada despreciable volumen de apariciones, pero no sé, como que se luce menos. En cualquier caso, nada que no se pueda arreglar con un poco de coaching, porque la materia prima es de calidad premium. Me ruboricé, aunque ustedes no lo puedan ver.
Un poco más al norte de Valdivia y con un equipo afiatado, Cristian Aedo, Carlos Céspedes y Renzo Munita se han movido bien. Junto a Pamela Mendoza, casi forman un club. Posturas más críticas se les agradecería, el aprecio sincero nubla la razón, pero muy bien en lo ejecutado. Carita feliz para todes.
Los filósofos del derecho civil, Esteban Pereira y Alberto Pino, se ganaron un lugar destacado en esta reseña, siempre dispuestos a prodigar la palabra de la filosofía, unos profetas. Con buen contenido batallan por un espacio y yo, que de saber sé, digo que estos jovencitos van muy bien encaminados.
Otros ni se aparecieron. El ghosting de la ciencia civil se lo disputaron Adrián Schopf y Juan Andrés Varas, aunque éste es más político que civil, pero tan simpático, fijensé. Si incluso armó todo un rincón sureño del derecho civil, que andaba medio dormido, pero que ya despertó y ahora hay un ejército de profesoras y profesores que están dando que hablar. No siempre de Derecho, pero eso es harina de otro costal.
Me estoy poniendo dispersa, pero ya voy llegando a donde quería llegar: cansado el público del arrendamiento comercial y los remedios del acreedor frente a la fuerza mayor, rutilantes, en un principio tímidas y después con más cancha, la dupla María Elisa Morales y Erika “Kika” Isler, junto a su madrina, la gran Francisca Barrientos, se hicieron un lugar en la mesa. Y del sur de Chile surgió la columna de derecho civil más, cómo decirlo para que no se me malentienda, más creativa del año: el hombre cero, trabajo femenino y responsabilidad civil, de María Paz Gatica. Me recuerda esa película “Perdida”. Los profesores Enrique Barros, Hernán Corral y Carmen Domínguez deben estar procesando la teoría. Pensando pensando, aún. Y al gran Domínguez Águila lo veo riendo y moviendo la cabeza.
Entre los hombres con ilusiones rotas y el corazón maltrecho destaco a Ruperto Pinochet. Es tan corto el amor y es tan largo el olvido. O mejor dicho, fue tan larga la espera para organizar las jornadas de derecho civil en la Universidad de Talca y viene pandemia y se lo impidió. Una pena.
Pero permítanme otra digresión: los peinados de los civilistas. Está todo documentado, registrado y grabado para la posteridad. Las y los invito a darse un paseo por los canales de Youtube de Idealex.press y de las escuelas de Derecho. A ver, o sea, yo entiendo el miedo a contagiarse, de verdad, pero hay límites. Peluquero y peluqueado pueden estar perfectamente con mascarilla, guantes y al aire libre. El que no tuvo miedo alguno fue Carlos Pizarro Wilson, muy activo en la web y que coronó el año meditando incluso sobre temas constitucionales con su nuevo look copetín al viento, ahí, debajo de unos árboles, hablando de la culpa lucrativa. Sólido, un placer escucharlo. Aunque confieso que el corte me distraía.
Ya casi finalizando, la disputa por llegar a la Corte Suprema (o mantenerse) en calidad de abogado integrante siempre es un espectáculo digno de presenciar.
Todos quieren estar ahí, no se sabe bien para qué o no se quiere decir, pero empujan con fuerza. Peñailillo ni quería y lo nombraron igual, pero lo remoto no le va. Ya no se sube a los aviones, ni le gustan las fotos, ahora con Zoom o lo que sea, pasa. Etcheberry y de la Maza no quieren ni moverse, Vidal los mira con ansiedad, pero Lepin, el tapado, puede terminar ilustrando la fábula de la liebre y la tortuga. Hay más: Elorriaga, Goldenberg (que sigue coqueteando con el derecho civil, igual lo contamos) y quién sabe, Ruz, capaz que dé la sorpresa. Tanto civilista interesado en impartir justicia… Eso es vocación.
De las decanas y decanos, salvo que estaban felices con la pandemia, cero paro, cero protesta, no se supo mucho. Cero aporte.
Pero los esforzados civilistas, creadores de doctrina (y jurisprudencia… les acabo de contar), quieren terminar el año académico con una buena noticia y por ahí se los puede uno imaginar, cavilando a la espera de los resultados de los Fondecyt.
DRA. LEX es un seudónimo, con el que distintos analistas escribirán columnas, en clave no informativa, sino que se construirán relatos que no se sujetan a las reglas del periodismo.
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