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martes, 3 de diciembre de 2024

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«The Social Dilemma»: verla (aunque no guste)

Hecho por la plataforma Netflix, que es en sí misma una de las grandes usuarias de la llamada big data, este documental recurre a voces muy acreditadas del mundo digital para ponernos sobre aviso respecto de los peligros de las redes sociales. Vale la pena mirar lo que tienen que decirnos.

- 25 octubre, 2020

The Social Dilemma

Uno de los afiches de The Social Dilemma.

Si existe un mensaje único entre todos aquellos que hoy se desenvuelven en el ancho mundo de internet pregonando un cambio en los paradigmas universales, ése es que se hace necesario acabar con la polaridad que nos acosa. Por lo mismo es paradójico que uno de los documentales del año, The Social Dilemma (El dilema de las redes sociales), hable precisamente de cómo los algoritmos que operan detrás de las llamadas redes sociales se desenvuelvan precisamente para mantener -y ojalá estimular- la separación intensa que resulta del choque entre polos opuestos.

Hecho para y por la plataforma Netflix, que es en sí misma una de las grandes usuarias de la llamada big data, The Social Dilemma (1 hora y 34 minutos) recurre a voces muy acreditadas del mundo digital anglosajón, para que hablen de su (mala) relación con las redes sociales, los algoritmos y las “empresas tech”.

Bajo la batuta de un joven director llamado Jeff Orlowski (36), desfila una serie de genios y especialistas cuyos CV llegan a dar escalofríos. Uno de ellos es Tristan Harris, un científico informático titulado en Stanford, que fue especialista en ética del diseño para Google. Hoy, con el entusiasmo de la juventud y la aparente certeza que le da tener un hondo conocimiento, lidera una entidad llamada Center for Humane Technology. Desde ahí, y dialogando en arenas políticas estadounidenses, aboga por conciencia y responsabilidad no sólo en el uso que hacemos los usuarios de las RRSS, sino sobre todo en aquellos que están detrás de su creación, su ampliación y su, al parecer, imparable desarrollo.

Revisar comentarios (también en internet, cómo no) sobre The Social Dilemma es encontrar un alto índice de aprobación por parte de las audiencias informadas. Hay consenso en la idea general de que este documental, que es acompañado por una historia ficcionada que sirve de hilo conductor y es quizá lo más débil de todo el trabajo, es revelador. Revela, por ejemplo, cómo el plan mediático y tecnológico parece ser manipular nuestros comportamientos, estimular la alienación, desarrollar adicción y provocar quiebres sociales y personales de todo tipo. Es decir, las RRSS son anchamente polarizadoras y van, según dirían los guerreros de la paz, en contra del encuentro necesario en tiempos de Covid 19 y temor ecológico.

Hay quienes critican negativamente The Social Dilemma diciendo que tiene el grave problema de tender a la manipulación, porque esencialmente ofrece una visión oscura y apocalíptica respecto de las innovaciones tecnológicas. Eso incluso al punto de tener que ver y oír a uno de los ex gurús entrevistados diciendo que teme una guerra civil a causa de las RRSS.

Tales críticas, no obstante, no dan cuenta de un hecho básico: un documental siempre tendrá un punto de vista, y en este caso el punto de vista está explicitado desde el primer momento. Los realizadores de The Social Dilemma no buscan que amemos Facebook o que consideremos inocuo el uso de Google o Pinterest. Muy por el contrario, lo que buscan es advertirnos de su hondo peligro y de un asunto del que no tenemos conciencia alguna: en esta era de datos y bases, nosotros somos «el producto».

¿Es necesario creer de arriba abajo lo que esta pieza ofrece? Por supuesto que no. Pero vale la pena mirarla con ojo atento, porque sistematiza y entrega una visión que parece ser cierta sobre cómo trabajan los algoritmos. Es decir, sirve para al menos tenernos avisados. En especial a aquellos que son padres de niños, niñas y adolescentes y están, por tanto, llamados a evaluar cómo están (o no) permitiendo la interacción de sus hijos con estas tecnologías.

Todo indica que, en un ecosistema híper globalizado como es este mundo pandémico de 2020, mantenerse al margen es casi imposible, partiendo por un hecho sencillo y cotidiano: el teletrabajo y la teleeducación exigen conexión. No obstante, vale la pena tener en cuenta un solo detalle que, puesto bajo el ojo conspirativo, es casi escalofriante: ni uno solo de estos creadores de tecnologías egresados de las mejores universidades del mundo y generadores de apps millonarias deja que sus hijos se expongan a esas apps millonarias. Es más, uno de ellos nos recomienda a todos y cada uno de nosotros: huyan, huyan de las redes sociales ahora, huyan antes de que sea demasiado tarde.

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