"No puedo dejar de pensar en ellos cuando veo que ciertas oficinas de abogados se precian de no conocer límites,...
¡Son los políticos, estúpido!
«En este contexto adverso, es pertinente recordar los orígenes del constitucionalismo representados por la Carta Magna, impuesta al rey Juan I de Inglaterra en 1215, que estableció los fundamentos del imperio de la ley y las limitaciones al poder estatal».
Andrés Chirgwin - 3 octubre, 2023
Luego de un cuarto de siglo disfrutando de líderes políticos de elevada competencia y responsabilidad, los cuales sirvieron como referentes ejemplares en el contexto regional y cimentaron las bases de la era más próspera de nuestra historia nacional, hoy día nos confrontamos con una realidad incómoda: la degeneración tanto intelectual como ética de nuestros representantes políticos.
Este retroceso está arrastrando a Chile, en el mejor de los escenarios, hacia una mediocridad persistente y, en el peor, hacia una profunda crisis de resultados impredecibles.
Después de coquetear con la oclocracia durante algunos años, nuestra democracia muestra signos de una decadencia oligárquica, evidenciada por las tácticas de acaparamiento de poder de los políticos, su indiferencia hacia normas que consideran molestas, y la adopción generalizada de prácticas corruptas para financiar sus campañas. Entretanto, la sociedad chilena anhela desesperadamente seriedad, profesionalismo y políticas públicas constructivas, o al menos, no perjudiciales.
Este panorama ha deteriorado rápidamente la fe en la democracia como sistema político. La percepción de que «todos deben irse» va ganando adeptos. Según la encuesta «Chile Dice» de junio de 2023, de UAH-Criteria, el 60% de los encuestados ve como justificable un gobierno autoritario en ciertas circunstancias.
En realidad, el clamor de «que se vayan todos» ya se manifestó. El proceso constituyente actual, orquestado por la clase política en contra de la voluntad popular expresada en el plebiscito de salida del proceso anterior, nos brinda pruebas de ello. Un claro indicativo es que la reducción del número de diputados es la reforma política que más respalda la ciudadanía. Un verdadero “que se vayan algunos, al menos”.
Los problemas actuales se deben, en gran medida, a la justificada falta de confianza en los políticos que iniciaron este proceso. A modo de paradoja ilustrativa, a pesar de que tanto las bases constitucionales, el anteproyecto de los Expertos, y las enmiendas de los Consejeros han tenido un alto nivel de acuerdo, una mayoría significativa declara que votará en contra en el plebiscito constitucional.
En el paradigma actual, el contenido del texto parece ser secundario; el problema real es la legitimidad del proceso. Si no se produce un cambio de paradigma, cualquier propuesta de texto constitucional será probablemente rechazada por el electorado, pues se percibe como un instrumento al servicio de los políticos y sus agendas.
En este contexto adverso, es pertinente recordar los orígenes del constitucionalismo representados por la Carta Magna, impuesta al rey Juan I de Inglaterra en 1215, que estableció los fundamentos del imperio de la ley y las limitaciones al poder estatal.
Los Consejeros y Expertos Constitucionales deben inspirarse en el proceso que generó la Carta Magna. Para que el proceso constituyente sea exitoso, deben emanciparse de los políticos que los nombraron o bajo cuyo alero fueron electos, y adoptar una postura de defensa de la sociedad, imponiendo limitaciones significativas al poder político y exigiendo a los políticos y funcionarios responsabilidad por sus actos.
Deben elaborar una Carta Magna que no agrade a los políticos, pero sirva al país; un desafío ciertamente difícil, pero no imposible.
Tal vez sea la única forma de superar el escepticismo justificado de la ciudadanía, cerrar de manera constructiva el pernicioso ciclo político actual, preservar nuestra democracia evitando caer en el autoritarismo y, en definitiva, retomar el camino de la paz y el desarrollo.
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