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viernes, 29 de marzo de 2024

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River, no apta para almas heridas

“Si eres un ser humano normal al que le agrada la familia y la sociedad, puedes ver River y quizá encontrarás una trama muy bien hecha, una bella fotografía, una puesta en escena moderna, brillante, afilada: un trabajo magnífico…”

- 22 junio, 2016

Sofía Martin

“Debería existir más de una palabra para definir amor”, dice River. Lo dice en el primer capítulo y, aunque a uno no se le ha olvidado, repiten la frase en el último.
 
Los nórdicos tienen algo que decir. Más allá del diseño y de los salmones. Más allá de Stieg Larsson y los excelentes libros de suspenso que hoy podemos comprar en la librería de la equina. Hay un actor sueco que siempre hizo papeles secundarios, que cuando miramos su fotografía, sabremos que lo hemos visto desde siempre; que incluso personificó al malo en “La chica del dragón tatuado” —la versión gringa de la primera saga de Millenium (2011)—, pero que hoy, a sus 65 años, es capaz de estremecer como protagonista en la serie de Netflix “River”. Hablamos de Stellan Skarsgård.
 
John River es un detective especial, pero no es lo trabajador, solitario o intuitivo que sea lo que lo hace tan especial, sino las conversaciones y peleas que sostiene consigo mismo. Porque no sabemos si a él realmente se le aparecen los muertos o si son manifestaciones de sus propios dolores y miedos. Lo único que muestra la cámara es lo que pasa dentro de su cabeza y lo que ven los demás.
 
Si eres el alma de la fiesta, o bien un ser humano normal al que le agrada la familia y la sociedad, puedes ver River y quizá encontrarás una trama muy bien hecha, una bella fotografía, una puesta en escena moderna, brillante, afilada: un trabajo magnífico.
 
Si eres un alma dañada, si estás recuperándote de algún traspié, si las trizaduras en tu coraza duelen como las viejas fracturas en invierno, pues la mala noticia es que tendrás que ver a John River cantando solo en un karaoke, alimentando un gato que no es suyo y dándole profunda lástima a quienes le tienen aprecio. O te preparas, o tal vez lo mejor será que guardes esta serie entre tus pendientes para tiempos más alegres.
 
Porque no importa si es tu padre quien murió, si no le hablas a tu mejor amigo hace años, o si tu mujer te abandonó: lo que te queda es el vacío, la soledad del antiruido, tú planchándote una camisa, tú tomándote un vaso de café, tú mirándote al espejo por la mañana, tú. Siempre tú. Sólo tú. Y Stellan Skarsgård te lo refriega en la cara de una manera que oprime el pecho y hace arder la nariz.
 
Cuento aparte es Nicola Walker. En un país que no se avergüenza de sus mujeres maduras, donde Helen Mirren es mítica, Judi Dench continúa vigente y la gran Sarah Lancashire (Happy Valley) provoca una necesidad de reverencia, Nicola Walker es el complemento perfecto de John River: inteligente, irónica, sana.
 
I love to love, but my baby loves to dance, canta Tina Charles. Canta, John River, canta.
 

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