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sábado, 23 de noviembre de 2024

editorial

Philip Marlowe y su definición del sistema de justicia

«Que lo resuelvan los abogados. Son ellos quienes redactan leyes para que otros abogados las analicen delante de otros abogados llamados jueces, de manera que otros jueces puedan decir a su vez que los primeros no tenían razón…»

- 26 septiembre, 2017

— Tenemos que llamar a la policía —dijo Spencer con gran energía.
— ¿Por qué?
— Santo cielo, Marlowe, hemos de hacerlo.
— Mañana. Coja el manuscrito de su novela inacabada y vayámonos.
— Tenemos que llamar a la policía. Existe una cosa llamada justicia.
— No tenemos que hacer nada de eso. Las pruebas de que disponemos no servirían siquiera para aplastar a una mosca. Que quienes aplican las leyes hagan su trabajo sucio. Que lo resuelvan los abogados. Son ellos quienes redactan leyes para que otros abogados las analicen delante de otros abogados llamados jueces, de manera que otros jueces puedan decir a su vez que los primeros no tenían razón y el Tribunal Supremo dictamine que el segundo grupo se equivocó. Estamos metidos hasta el cuello en todo eso. Y apenas sirve para otra cosa que para dar trabajo a los abogados.

Raymond Chandler era una deuda personal y con un libro de 1.391 páginas, una recopilación titulada «Todo Marlowe», me decidí a empezar a pagarla.

No importa que las distintas novelas que tratan sobre las investigaciones de Philip Marlowe hayan sido escritas antes, durante y después de la II Guerra Mundial, ni que ocurran en un Los Ángeles de guantes, polainas y rubias platinadas. Aunque nuestra realidad no sea la del cine negro de Hollywood, la forma en que el detective privado define el sistema judicial y a los abogados sigue siendo brutalmente acertada.

Si somos honestos y capaces de autocrítica, el sector educado de la población tendrá una idea muy similar a la de Marlowe acerca del funcionamiento de la Justicia. Pero si nos enfocamos en la gente con menos educación formal, entonces su percepción sobre los abogados y los tribunales es más triste, pues involucra lejanía, desconfianza y decepción.

La ley se presume conocida por todos y, aunque se trate de una presunción necesaria para el funcionamiento del Estado de Derecho, ello no es verdad. Desde ahí para adelante el ciudadano normal se enfrenta a un laberinto construido de espinos en el que no cuenta con las herramientas mínimas para encontrar la salida sin soportar arañazos y, no pocas veces, heridas graves.

El abogado suele usar un vocabulario sumamente técnico, que da por sabidas normas, requisitos, etapas y consecuencias. Y el resto de los órganos y auxiliares de la administración de Justicia no lo hacen mejor.

Se necesita una fuerte convicción en los que lideran la profesión y el trabajo sistemático de quienes forman a los futuros abogados para que una definición como la de Philip Marlowe nos parezca la ironía de una realidad lejana.

 
Sofía Martin Leyton
Directora
Idealex.press
@Idealex_press

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