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sábado, 27 de abril de 2024

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No sigas gastando en siquiatras. Consulta a Netflix

“Existe una diferencia sutil pero esencial: en el caso Target, el algoritmo, a partir de una realidad –el embarazo de la adolescente– efectuó recomendaciones de productos vinculados al cuidado materno y de recién nacidos. En el caso de la periodista de la BBC, el algoritmo “se anticipó” a los hechos: las recomendaciones fueron previas al descubrimiento”.

Rodrigo Momberg - 15 agosto, 2023

Una interesante nota en la BBC me hizo reflexionar nuevamente sobre un tema que ya había abordado hace algunos años. En esa nota, titulada Netflix: “How did it know I was bi before I did”, una periodista del medio inglés se preguntaba si era posible que la plataforma de streaming Netflix hubiera descubierto su bisexualidad antes que ella misma lo hiciese. Esto, a partir de un análisis retrospectivo de las recomendaciones que esa plataforma le hacía, y que, como se podrá imaginar, decían relación con series y películas con historias o protagonistas gay o bisexuales.

NetflixRodrigo Momberg Uribe

Para muchos, esta historia puede traer a la memoria el caso de Target, reportado hace algunos años por el New York Times, en que el algoritmo de la empresa de retail detectó, antes que su propio padre, que una adolescente estaba presumiblemente embarazada, en base al comportamiento online y el uso de la tarjeta de fidelidad de la empresa por parte de la joven.

Sin embargo, existe una diferencia sutil pero esencial: en el caso Target, el algoritmo, a partir de una realidad –el embarazo de la adolescente– efectuó recomendaciones de productos vinculados al cuidado materno y de recién nacidos. Es decir, dio cuenta de un hecho material y actual. En el caso de la periodista de la BBC, el algoritmo “se anticipó” a los hechos: las recomendaciones fueron previas al descubrimiento, por parte de la propia periodista, de su bisexualidad.

Estos casos, por cierto, tienen aspectos jurídicos interesantes, especialmente en lo relativo a la naturaleza de los datos que están recolectando y tratando las plataformas. Recordemos que la aún vigente Ley 19.698 sobre protección de la vida privada y datos de carácter personal exige el consentimiento expreso del titular para el tratamiento de sus datos personales (art. 4), aspecto que es reforzado en el (eterno) proyecto de ley sobre datos personales, que pasó recientemente a su tercer trámite constitucional. En Europa, la GDPR dispone que sólo constituye consentimiento la manifestación de voluntad libre, específica, informada e inequívoca por la que el interesado acepta, ya sea mediante una declaración o una clara acción afirmativa, el tratamiento de datos personales que le conciernen.

¿Pero qué sucede en la realidad? Son pocos los que se dan el tiempo (aunque sea solo un par de minutos) de configurar las cookies o de restringir los datos que los sitios web y plataformas recogen y tratan al navegar por la web. Ello, a pesar que el mismo proveedor es el que advierte y solicita su consentimiento explícito al respecto. La mayoría, en un acto casi reflejo, hará click en el botón “accept all”. Incluso hay extensiones de Chrome que permiten configurar el navegador para “Aceptar todas las cookies”, y evitar las ventanas emergentes que aparecen constantemente solicitando dicho consentimiento.

Por cierto, la discusión respecto a la eficacia de ese consentimiento es un tema abierto, materia que hemos estudiado junto al profesor Íñigo de la Maza. Lo mismo sucede respecto a la eventual abusividad de tales cláusulas, cuestión que fue objeto de un artículo escrito con la profesora María Elisa Morales.

Pero el caso de la periodista de la BBC plantea un aspecto, que si bien puede no ser estrictamente jurídico, debiese llamar nuestra atención. Y quizás, causarnos cierta preocupación. En la película “Inception”, de Christopher Nolan, el objetivo del protagonista principal es implantar, de manera subconsciente —por ejemplo, a través de un sueño— una idea en la mente de otro, de manera que esa persona termine creyendo que es una idea propia y tome decisiones “libremente” a partir de ella. Pues bien, ¿no es lo mismo el presentar consistentemente cierto contenido al usuario, de manera que en algún punto, este se convenza de que le agrada, que responde a sus intereses o que es un rasgo de su personalidad?

Podrías pensar “bueno, es sólo marketing”; las empresas están tratando de convencernos que compremos cosas que realmente no necesitamos, de crear necesidades. Pero la cuestión no es tan sencilla. Sólo hay que recordar los casos de Cambridge Analytica o de la elección de Donald Trump para concluir que la información dirigida, conocida como targeted advertising, puede tener fines mucho más siniestros que la simple promoción de un bien de consumo.

Me permito terminar con un par de sugerencias: desconfía de tu feed, ten un comportamiento errático en tu navegación, intenta embaucar al algoritmo. Sé escéptico. Puede ser la única forma de mantener tu libertad decisional en un amplio sentido de la palabra. Y bueno, si no es así, no sigas gastando dinero en psicólogos o siquiatras, sólo sigue las recomendaciones de las plataformas. Ellas te conocen mejor que nadie.

 
Rodrigo Momberg es profesor de Derecho Civil de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Estudió Derecho en la Universidad Austral de Chile y es doctor por la Universidad de Utrecht, Holanda.

 

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