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viernes, 3 de mayo de 2024

columnas

La grotesca corrupción

“Esperemos que este escándalo traiga reformas al sistema judicial que vayan en pro de toda la comunidad, donde los principios de ética pública no queden relegados a ser simples banderas que se alzan y ondean cada vez que nos sacuden noticias tan graves…”

Maritza Castro - 17 abril, 2019

Maritza CastroMaritza Castro
Maritza Castro Frías

Como abogada, interesada en la ética, y también como escritora, amante del castellano, no pude evitar detenerme en las palabras de la ex ministra de la Corte Suprema de Chile, Gabriela Pérez, quien, entrevistada sobre la situación del hoy suspendido ministro y Presidente de la Corte de Apelaciones de Rancagua, Emilio Elgueta, haya dicho “todo lo encontré grotesco”, aludiendo a los actos de magia negra que el Sr. Elgueta habría realizado contra ella, en las mismas dependencias del referido tribunal.

El año 2010, Emilio Elgueta se desempeñaba como ministro en la Corte de Apelaciones de Santiago, cuando fue amonestado por faltas a la ética, con el voto de la ex magistrada Pérez, situación que habría motivado su traslado a Rancagua, lugar en el que su carrera ascendió. De hecho, fue nombrado Presidente de dicha Corte de Apelaciones el año 2012.

Esto quiere decir que haber recibido una amonestación por faltas a la ética es un antecedente que no impide presidir un tribunal superior de justicia en Chile, mensaje realmente grotesco para la comunidad.

Emilio Elgueta, en estos momentos, es investigado por la supuesta comisión de delitos por dos fiscalías chilenas: la Fiscalía Regional de O’Higgins, que indaga al magistrado por presunta prevaricación y enriquecimiento ilícito respecto de depósitos en efectivo y beneficio a abogados particulares; y por la Fiscalía Metropolitana Sur, que lo investiga por irregularidades en designaciones en las que participó.

Lamentablemente, Elgueta no es el único ministro de la corte de apelaciones de Rancagua que se encuentra en entredicho. En estos momentos, 3 de los 7 ministros de dicho tribunal son investigados por irregularidades. Además, se han allanado oficinas de abogados de la zona por la presunta comisión del delito de tráfico de influencias. Todo esto nos permite calificar, sin exageraciones, la situación judicial de dicha región como un escándalo sin precedentes.

Dentro de las diligencias propias de la investigación en la Región de O’Higgins, en el contexto del allanamiento del despacho del Sr. Elgueta en la Corte de Apelaciones de Rancagua, sorprendió el hallazgo —dentro de un cajón cerrado con llave, que se tuvo que forzar— de velas, imágenes del diablo y tres fotos de Gabriela Pérez con clavos de acero perforando su cabeza. Estas imágenes han recorrido todo Chile en su larga (también de morbo y superstición) y estrecha (muchas veces además de reflexión) faja de tierra.

“Grotesco” es un adjetivo que significa “ridículo y extravagante” y viene del italiano grotta (gruta). “Gruta” nos lleva por un camino etimológico muy interesante, pues de acuerdo a la RAE, proviene del napolitano antiguo o siciliano grutta; éste, del latín vulgar crupta, palabra que procede a su vez del latín crypta. Crypta viene del griego κρυπτή kryptḗ (cripta), derivado de κρύπτειν krýptein (ocultar).

No es de extrañar, entonces, que lo grotesco se oculte muchas veces en un cajón bajo llave. Sí es sorprendente, en este caso, que el hallazgo indiciario de magia negra tuviera lugar en nada menos que el despacho del presidente de un tribunal colegiado superior de Justicia.

Cuán lejana al ocultismo, y a lo secreto, es esa cualidad casi ininteligible de la ética que es ser la parte esencial de lo que generalmente se llama estética, afirmación que la filósofa chilena Carla Cordua destaca en las caracterizaciones de dicha doctrina dadas nada menos que por Ludwig Wittgenstein en su famosa “Conferencia sobre ética”.

Cuán lejana está la moral poco convencional de la disciplina ética, que indaga sobre lo que es bueno, llegando a sus respuestas como “algo pensado”, habiendo descartado subjetividades y emitiendo juicios que se justifican desde un punto de vista universal. La moral poco convencional, en cambio, ilustrada con hechos como encontrar que “está bien” que alguien coloque clavos en la foto de la persona que lo investiga, a fin de dañarla psíquica o mágicamente, se encuentra con mucha frecuencia en la experiencia de vivir en sociedad y no por ello, es correcta.

La indagación general sobre lo que es bueno (definición de George Moore sobre ética) en lo público, pertenece al campo inefable de la belleza de vivir en sociedad, donde no hay lugar para la magia negra, como tampoco para la blanca. Decidir sobre lo que es correcto, y actuar en consecuencia, es un asunto que puede sustentarse en distintos ideales (por ejemplo, las leyes, la religión, la propia conciencia). A mi juicio, la bondad o maldad de una acción siempre debe evaluarse en torno al estándar del respeto a la dignidad de la persona. Y en sociedad, siempre en armonía con el bien común.

Esperemos que este escándalo traiga reformas al sistema judicial que vayan en pro de toda la comunidad, donde los principios de ética pública no queden relegados a ser simples banderas que se alzan y ondean cada vez que nos sacuden noticias tan graves como las que nos ha dado la Corte de Apelaciones de Rancagua, sino que se utilicen como estándares objetivos que permitan a las personas recurrir al juez, como quien acude a la justicia dotada de vida (citando a Aristóteles), sin participar en simulacros de tan noble valor.

 
* Maritza Castro Frías es abogada de la Universidad de Chile, con un LLM en Harvard. Tiene publicaciones jurídicas en Chile y Reino Unido, en el área de la semiótica jurídica y la libertad de expresión. Su último libro es “Ética pública y rescate del Estado” (Rubicón Editores, Santiago, 2018). La profesional es también escritora, con libros como “Los versos de la espera” (poesía, Mago editores, Santiago, 2016), “Insight” (poesía, Mago Editores, 2017) y “Al origen” (poesía, Lord Byron Ediciones, Madrid, 2018).

 

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