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Legal Prompting 2.0: la nueva fórmula para consultas legales eficaces en ChatGPT
“Cuando le proporcionamos a la IA un norte claro (el objetivo), un contorno (el formato) y un trasfondo (el contexto), es como si estuviéramos entrenando en segundos a un asistente legal virtual sobre nuestra tarea específica”.
Gonzalo Álvarez - 17 marzo, 2025
En los últimos años, los abogados hemos descubierto que las herramientas de inteligencia artificial como ChatGPT pueden ser aliadas poderosas en su práctica. Sin embargo, no basta con teclear una pregunta genérica y esperar una respuesta magistral: una simple pregunta no es suficiente para obtener precisión. Al igual que al instruir a un pasante en una oficina de abogados, la calidad de la respuesta de la IA depende en gran medida de cómo formulamos la consulta.

Greg Brockman, cofundador de OpenAI, propuso recientemente una estructura de “prompt” (consulta) que ayuda a optimizar las respuestas de ChatGPT modelo o1 —la versión más reciente y avanzada del chatbot— en tareas legales. La clave está en definir con claridad el objetivo, el formato de la respuesta y el contexto de cada consulta. Esta fórmula estructurada orienta al modelo para que genere respuestas más precisas y adaptadas a nuestras necesidades, evitando divagaciones genéricas.
Veamos cómo funciona este enfoque en la práctica jurídica, desde la redacción de contratos hasta alegatos judiciales. Imaginemos primero a una abogada corporativa que necesita redactar una cláusula de confidencialidad (NDA). Si simplemente preguntara a ChatGPT “¿Puedes redactar una cláusula de confidencialidad para un contrato?” es probable que la respuesta sea vaga o demasiado genérica, quizás reutilizando lenguaje estándar sin afinar detalles importantes.
En cambio, aplicando la estructura sugerida, la abogada formularía su prompt dejando claro el objetivo: por ejemplo, “Redactar una cláusula de confidencialidad para un contrato entre dos empresas de tecnología”. Desde el inicio, le indica a la IA exactamente qué debe lograr: una cláusula legal específica. Luego, especifica el formato de respuesta deseado: podría añadir “en un párrafo articulado como cláusula contractual, con lenguaje jurídico preciso”. De este modo, ChatGPT sabrá que debe responder con el estilo de redacción propio de un contrato, quizás incluyendo numeración o incisos si corresponde, y no con una explicación teórica. Por último, proporciona contexto: “Contexto: es un acuerdo entre una startup de software y un inversionista; se debe proteger información sensible sobre algoritmos y hay que incluir excepciones típicas (información ya pública, obligatoria por ley, etc.) y definir la jurisdicción aplicable”. Con estos detalles, el modelo entenderá el trasfondo: que se trata de una NDA en el sector tecnológico, bajo un cierto ordenamiento jurídico, con elementos habituales de tales cláusulas.
El resultado de un prompt así estructurado será una cláusula mucho más útil: probablemente mencionará la obligación de confidencialidad, las excepciones (como la información que ya es pública), el plazo durante el cual rige la confidencialidad e incluso referencias a la ley si procede. Al haber definido el objetivo, el formato y el contexto, la abogada obtiene un borrador sólido, cercano a lo que necesita, reduciendo el tiempo de edición. La IA no divaga sobre qué es un NDA en términos teóricos, sino que entrega directamente el texto contractual solicitado, listo para pulir y usar.
Ahora trasladémonos a una sala de justicia. Un abogado se prepara para presentar un alegato ante la corte en un caso de responsabilidad civil por negligencia médica. Aquí, la precisión y la persuasión lo son todo. Si este abogado preguntara a la IA “¿Me ayudas con argumentos de alegato para un caso de negligencia médica?”, es posible que la respuesta sea un resumen genérico de lo que constituye la negligencia médica (deber de cuidado, incumplimiento, daño, etc.), pero poco adaptado a su caso concreto. Para aprovechar verdaderamente a ChatGPT, el letrado debe detallar su consulta.
En términos de objetivo, podría indicarle: “Preparar un borrador de alegato final para el demandante en un juicio de negligencia médica”. Esto ya delimita la tarea: no es cualquier texto, sino el alegato final desde la perspectiva de quien demanda. Seguidamente, define el formato de respuesta: “en estilo argumentativo y persuasivo, organizado en una introducción, tres argumentos principales con sus fundamentos jurídicos y fácticos, y una conclusión solicitando reparación del daño”. Así, la IA sabrá que debe estructurar la respuesta como un discurso jurídico coherente, no como una simple lista de puntos sueltos. Lo más crucial será el contexto que provea. El abogado incluirá detalles del caso: “Contexto: Mi cliente sufrió una lesión permanente en su mano porque el cirujano operó la extremidad equivocada. El hospital reconoce el error, pero alega que fue un ‘desafortunado accidente’. La jurisprudencia por lo general exige probar la falta de diligencia del médico conforme al estándar del buen profesional (‘lex artis’). Ya hubo un caso similar, Doe vs. Clínica X, en que se condenó al centro médico. Queremos destacar la violación del deber de cuidado y refutar la defensa de accidente inevitable”. Con estos datos, ChatGPT puede hilar un alegato que no solo explique los elementos de la negligencia, sino que los aplique al caso concreto: enfatizará que operar la mano incorrecta es un error flagrante al estándar médico, citará (aunque sea de forma genérica) la existencia de jurisprudencia semejante y rebatirá la excusa del hospital. La “precisión” de la respuesta será muy superior a la de un prompt impreciso.
En lugar de argumentos al aire, el borrador que entregue la IA podría contener párrafos apasionados subrayando la confianza depositada en el médico, cómo esa confianza fue traicionada por la falta de cuidado, referencias al deber jurídico de los hospitales de implementar controles (como marcar la extremidad a operar, por ejemplo) y terminar solicitando al juez una indemnización justa. Todo encaja con la estrategia del caso, porque el prompt le “enseñó” a la IA qué rumbo tomar. Nuevamente, el secreto estuvo en orientar al modelo con claridad: al saber qué buscamos (objetivo), cómo lo queremos (formato) y en qué escenario nos movemos (contexto), ChatGPT pudo aprovechar todo su potencial argumentativo en favor del abogado.
En estos ejemplos —ya sea confeccionando un contrato, armando un argumento ante la corte— se observa un patrón común: la interacción con la IA mejora sustancialmente cuando el profesional define con esmero lo que necesita. Objetivo, formato y contexto actúan como los planos de construcción de la respuesta. Siguiendo la fórmula de Brockman, le damos a ChatGPT los cimientos y el plano de la obra que deseamos, en lugar de dejar que adivine. De hecho, Brockman ha resaltado que modelos avanzados como ChatGPT o1 requieren usarlos de manera diferente a los chats convencionales, porque su “gran rendimiento requiere utilizarlo de una forma nueva en relación con los modelos de chat estándar”.
Esa forma nueva es, precisamente, esta planificación cuidadosa del prompt. Cuando le proporcionamos a la IA un norte claro (el objetivo), un contorno (el formato) y un trasfondo (el contexto), es como si estuviéramos entrenando en segundos a un asistente legal virtual sobre nuestra tarea específica. Las respuestas entonces tienden a alinearse mucho mejor con nuestras expectativas: son más pertinentes, más completas y útiles. Por el contrario, si formulamos preguntas imprecisas, la IA podría desviarse por tangentes irrelevantes o quedarse en generalidades, obligándonos a repreguntar y a invertir más tiempo depurando la respuesta.
Para abogados, jueces y estudiantes de derecho entusiastas de la tecnología, aprender a “hablarle” a ChatGPT con esta estructura es ya una habilidad valiosa. No se trata de delegar el criterio jurídico en la máquina, sino de aprovechar la rapidez y amplitud de conocimiento de la IA orientándola correctamente. La precisión terminológica, la mención de principios legales adecuados, la adaptación al ordenamiento específico e incluso el tono formal apropiado pueden “empujarse” en la dirección correcta con un buen prompt. Por supuesto, el borrador que brinda ChatGPT no será el producto final: siempre requerirá la revisión experta del abogado, quien validará la exactitud legal, ajustará el estilo y añadirá matices donde haga falta.
Pero comenzar con un documento bien encaminado es muy diferente de enfrentarse a la página en blanco o, peor aún, a un texto desordenado que la IA improvisó sin suficiente guía. En última instancia, definir claramente qué queremos, cómo lo queremos y en qué contexto lo queremos es un ejercicio que refleja el propio método de trabajo del buen jurista. A fin de cuentas, el diálogo eficaz con la IA no es más que una extensión de las habilidades de comunicación y análisis que siempre han sido esenciales en el mundo jurídico. Con objetivo, formato y contexto bien articulados, ChatGPT puede transformarse en un asistente virtual que habla nuestro idioma legal, entregándonos respuestas afines a nuestras necesidades y liberando tiempo para que los abogados nos concentremos en lo que realmente importa:el criterio, la estrategia y la creatividad jurídica humana detrás de cada caso.
*Gonzalo Álvarez Seura es abogado y Dr. en Derecho. Director ejecutivo de Tech-Law.ai y Académico de Derecho en la Universidad Central.
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