La maldición

En épocas de paz y alegría, comencemos 2023 con algo distinto: la rabia que me causan los médicos, tanto en el sistema de salud público como en las clínicas privadas.

Es tanta la impotencia que siento ante su falta de empatía; su trato “infantilista” hacia los pacientes; su rápida negativa bajo la excusa de protocolos y procedimientos; su molestia divina cuando no les gustan los comentarios que se les hace, cuando se les pide profundizar en la información o cuando se los desafía.

Es tanta la impotencia, insisto, que mi único pensamiento —siempre— es desearles mal. Pero no un mal cualquiera. Mi más profundo, silencioso y sentido deseo hacia ellos es: “Espero, señor médico, que te toque ir solo a hacer un trámite a un tribunal y no sepas a quién dirigirte, que nadie te entienda qué necesitas o buscas, que te miren con cara de desprecio y que te pasen una montonera de papeles que no seas capaz de descifrar”.

La maldición tiene variantes, como tener que ir al Archivo Judicial, lidiar con departamentos municipales, que lo atienda un funcionario del Servicio de Impuestos Internos, que lo demanden por pensión alimenticia o que, como sea y cuando sea, necesite una cara amable y una solución urgente.

Todos sabemos qué dice de mí mi maldad para con el prójimo.

Lo importante del cuento es por qué sólo se me ocurre esta específica maldad como castigo educativo de reciprocidad y ninguna otra.

Es mi memoria y mi experiencia que conocen este otro sistema: el jurídico; el de las sociedades, juntas de accionistas y sesiones de directorio; el de las leyes, reglamentos, decretos, circulares y oficios; el de nuestro querido y honorable lenguaje, especialmente el judicial.

Todos sabemos qué dice de mí mi maldad para con el prójimo, pero piensa unos segundos qué dice de ti.

 
Sofía Martin Leyton
Directora
Idealex.press