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La inteligencia artificial, no reemplaza, acelera
“Se proyecta que las tareas acelerables de los abogados representan aproximadamente 1,6 mil millones de dólares al año en Chile. Este monto equivale al valor que se generaría si todas las horas acelerables por IA en el sector legal se tradujeran en productividad adicional”.
José Luis Lara - 6 junio, 2025
La inteligencia artificial es una realidad que transforma profesiones en todo el mundo. En el caso del derecho, hay firmas internacionales que con sistemas de IA redactan cláusulas complejas en segundos y personalizan contratos en múltiples jurisdicciones; en departamentos legales globales, asistentes virtuales responden consultas por 24 horas sobre regulaciones; abogados usan chatbots para filtrar clientes. Estas herramientas no son futuristas: están transformando hoy la forma en que vemos el ejercicio de la profesión de abogado.

En este escenario, un estudio chileno sobre “IA Generativa, oportunidades para el futuro del trabajo”, realizado por el Centro Nacional de Inteligencia Artificial (Cenia) y Sofofa Capital Humano, revela que hasta un 72 % de las tareas que diariamente realizan los abogados pueden acelerarse o automatizarse sin comprometer calidad. Más de dos tercios de las funciones rutinarias, redacción de contratos, revisión de documentos, búsqueda de jurisprudencia, son susceptibles de automatizarse o agilizarse, liberando tiempo para poner el foco en actividades más complejas y estratégicas.
Según esta misma investigación, se proyecta que las tareas acelerables de los abogados representan aproximadamente 1,6 mil millones de dólares al año en Chile. Este monto equivale al valor que se generaría si todas las horas acelerables por IA en el sector legal se tradujeran en productividad adicional.
Esta cifra, basada en datos locales, es igualmente relevante para despachos jurídicos de Latinoamérica y España e ignorar esta realidad equivale a renunciar a un motor de crecimiento que ya está redefiniendo el mercado legal.
Las labores rutinarias, que antes consumían jornadas enteras, hoy se gestionan en segundos. Algoritmos de IA detectan riesgos, sugieren ajustes y clasifican precedentes, y realizan investigaciones jurídicas, liberando recursos para diseñar estrategias de defensas personalizadas, asesorar en fusiones y adquisiciones o acompañar a clientes en decisiones críticas. Los profesionales pueden priorizar el juicio profesional y la creatividad para resolver problemas.
La irrupción de la IA redefine el perfil profesional del abogado. Conocer leyes y códigos sigue siendo esencial, pero ahora se suman competencias tecnológicas como comprender sobre protección de datos y ciberseguridad.
Además, la forma de interactuar con los clientes evoluciona: chatbots legales y plataformas automatizadas acercan la asesoría a quienes antes no podían costear horas de trabajo humano, aumentando el acceso a la justicia. Sin embargo, su potencial uso extensivo no sustituye la labor del abogado, sino que requiere que el profesional supervise el producto generado por la IA, corrija sesgos y aporte la experiencia humana que la máquina no puede replicar. Así, la tecnología agiliza lo mecánico, mientras la vocación jurídica se enfoca en la interpretación, en la empatía y en la defensa de derechos, con las personas siempre en el centro.
Es así como la ética se convierte en la piedra angular de lo digital: la IA generativa puede generar “alucinaciones”, es decir, información incorrecta o inexistente, lo que obliga a verificar cada resultado con rigor. Sin este entrenamiento, el riesgo de errores y consecuencias negativas para el cliente puede incrementarse.
Los retos éticos y regulatorios exigen atención inmediata. Surge la pregunta sobre quién asumirá la responsabilidad cuando la IA genere recomendaciones jurídicas erróneas. Además, es imperativo garantizar la confidencialidad de datos confidenciales en sistemas alojados en la nube para preservar la confianza. No se trata de frenar la innovación, sino de lograr que la tecnología sirva a los principios básicos del derecho: equidad, transparencia y protección de derechos fundamentales.
Abogados con habilidades digitales, pensamiento crítico y compromiso ético liderarán la transformación digital del sector legal, ofreciendo servicios más eficientes, accesibles y justos, sin perder de vista que detrás de cada expediente hay personas y derechos que merecen protección. Ello, importa un tremendo desafío para las universidades en la formación de los nuevos abogados y, en especial, para los despachos de abogados que deben dejar disponibles estas herramientas con los resguardos y debidos controles éticos.
No importa qué tecnología se utilice, hay un principio básico esencial: nunca preguntar a la inteligencia artificial algo que como profesionales no podamos corroborar ni chequear. Al final, siempre el conocimiento y la mente humana prevalecen en contenido, juicio y ética.
José Luis Lara es abogado, doctor en Derecho, profesor de derecho administrativo de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Chile y socio en Philippi Prietocarrizosa Ferrero DU & Uria.
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