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domingo, 24 de noviembre de 2024

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La importancia de un equipo de trabajo en contraposición al perito «lobo solitario»

«El trabajo en equipo es una herramienta irremplazable para el control de sesgos del profesional y de la evaluación misma. Siendo un buen profesional, no es posible desatender nuestra humanidad y la necesidad del aparato psicológico de construir representaciones de las cosas, de las circunstancias…»

Lucía Torres Baeza - 25 octubre, 2019

Lucía Torres Baeza
Lucía Torres Baeza

En Chile la labor del perito psicólogo es una tarea que tiende a realizarse en solitario. La práctica habitual es la designación de un profesional por un tribunal o a solicitud de la parte para realizar tal función, con profesionalismo y apego a las normas o disposiciones de su ciencia u oficio.

El experto consultado se da entonces a la tarea de realizar un proceso de evaluación pericial, de acuerdo a una metodología, desde una posición escéptica y procurando verificar la información aportada por la persona evaluada con otras fuentes de información.

Para concluir y emitir su dictamen pericial, el profesional asume su exclusiva responsabilidad señalando que sus conclusiones se basan en los hechos que ha podido constatar conforme al propio conocimiento y experiencia en el ejercicio de su disciplina.

Es una tarea compleja, sin embargo trabajar en solitario siempre tiene ventajas que se refieren principalmente a la agilidad de los procesos, los que pueden ir al ritmo del profesional sin necesidad de congeniar o dirimir con otra persona en términos de tiempo, de opiniones y donde no se requiere otro par para la toma de decisiones. Sobre todo, si el gregarismo supone un sobreesfuerzo para algunos, esta es una gran oportunidad de destacar, ser el máximo y único responsable del trabajo realizado, defender los intereses personales y por supuesto el propio punto de vista sobre los aspectos de los que se trate la pericial desarrollada.

Es requisito en este campo disciplinar que el profesional no se deje llevar meramente por su “instinto” u “ojo clínico” y cuente con herramientas personales, formativas y metodológica para reducir el impacto de ideas preconcebidas o de eventuales puntos ciegos en su análisis de la información que podrían promover la supeditación del juicio profesional a las experiencias, las creencias, la falta de conocimientos y los sesgos del encargado de la pericial.

En general, los recursos metodológicos propiamente forenses están orientados al control de estos sesgos, sin embargo, el actuar en solitario pudiera dificultar la valoración imparcial de la evidencia disponible, minimizando aquellos elementos que no concuerden con la apreciación subjetiva que el perito se ha construido acerca del caso o bien amplificando otros elementos que si concuerden con la hipótesis que se tenga acerca de la persona o situación analizada, siendo la presencia de un par, un agente regulador de los fenómenos psicológicos a la base de estos sesgos.

La falta de un tercero, entonces, en un proceso de examinación forense, puede poner en riesgo la objetividad del proceso, no necesariamente por una disposición poco ética del profesional en términos de falsear o intencionar los resultados de su informe, sino más bien por la inconsciencia con que podría analizar la información disponible y las conclusiones a las que puede arribar, sin atender a estos fenómenos propios de la humanidad del evaluador.

Trabajar de manera individual en muchos casos es el formato preferido por un contingente significativo de profesionales, consistente con la atomización e individualismo que rige nuestro actual modelo social, esforzándose por dar cumplimiento al encargo de la evaluación de manera ética, rigurosa y ajustada a los estándares que su ciencia le exige, por parte de los peritos en su generalidad.

No obstante, en este caso la necesidad del abordaje interprofesional de la labor pericial va mucho más allá del cliché “dos cabezas piensan mejor que una”, respondiendo a una necesidad y requisito metodológico más que a un valor agregado, especialmente en aquellas temáticas donde no existe un sólido desarrollo de la evaluación forense o las técnicas periciales o de un juicio profesional estructurado para valorar un fenómeno en específico.

Particularmente, el trabajo en equipo es una herramienta irremplazable para el control de sesgos del profesional y de la evaluación misma. Aun siendo un buen profesional, no es posible desatender nuestra humanidad y la necesidad del aparato psicológico de construir representaciones de las cosas, de las circunstancias y las personas que constituyen pre-conceptos, creencias y pre-juicios que nos ayudan a enfrentarnos diariamente a lo contingente de forma simplificada y eficiente.

Sin embargo, la falta de conciencia sobre los mismos, pueden llevarnos a asumir categorías diagnósticas, que nos alejan de lo descriptivo, que pueden confundir e incluso ir más allá, asumiendo el rol de juzgador, mucho antes de que la persona pise el tribunal.

Los hechos y características que valoramos de otros, en el contexto forense nos impactan de formas diferentes: hay cosas que conmueven, otras llenan de rabia, confunden y pueden movilizar al perito a sintonizar e identificarse con quien tiene en frente. También le puede ocurrir lo contrario y que termine despreciándolo, rechazándolo o bien, siendo incapaz de visibilizar algunos aspectos de manera consciente.

Desconocer estas emociones e impresiones constituye un riesgo para el desempeño profesional riguroso y metódico, limitando las posibilidades de incorporar nueva información que resulta disonante con la hipótesis inicial del evaluador (sesgo confirmatorio).

Además de ello, nuestras experticias, conocimientos y vivencias profesionales también son diversas, por lo que claramente el trabajo en equipo permite ampliar el rango de conocimientos, reflexiones, profundidad del análisis y control del sesgo confirmatorio, entre muchos otros.

La labor del equipo, entonces, es establecer un proceso de supervisión y acompañamiento, apoyar al profesional en la clarificación de sus puntos ciegos y poder compartir impresiones que neutralicen posibles vicios o malas prácticas.

Ahora bien, no todo grupo de profesionales puede ser considerado un equipo. Es importante para poder cumplir esta tarea contar con un grupo profesional afianzado, cuya premisa básica es la confianza en las capacidades y los talentos del otro, respetar las diferencias y poder valorar como riqueza las diferencias de opinión; donde no existen lucha de egos, ni demostraciones de fuerza o afanes individualistas. Solo en un contexto de trabajo de este tipo, un profesional podría acoger la crítica o las correcciones de otro sin sentirse amenazado y teniendo la apertura necesaria para recibir e incorporar con convicción el aporte de su colega.

En este sentido, no todo grupo humano que se reúne a trabajar en conjunto puede recibir el apelativo de equipo. La consigna básica sería “ninguno de nosotros es mejor que todos nosotros juntos”. Ello implicará hacer ciertas concesiones, que, a juicio personal, son superadas con creces por las posibilidades que aparecen y la satisfacción de poder decir con seguridad y convicción «lo hicimos bien».

 
Lucía Torres Baeza es Directora de Centro de Estudios y Servicios Periciales (https://centropericial.cl), psicóloga, postitulada en peritajes en abuso sexual infantil, diplomada en pericia psicológica forense y test de Rorschach, con experiencia de 12 años en evaluación pericial en centros de la red pública y del ámbito privado (contacto@centropericial.cl).

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