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viernes, 3 de mayo de 2024

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Nihilismo global versus debate bioético

“A partir del día después, ¿podremos sustentar los mismos criterios de verdad en que nos basamos hasta ahora?…”

Jorge Berbere Delgado - 27 junio, 2020

Jorge BerbereJorge Berbere
Jorge Berbere Delgado

Desde que se han impulsado los avances biocientíficos y biotecnológicos, hemos entrado en la era de las nuevas realidades, que algunos definen como la entrada a la era del antropoceno: la era planetaria, de la globalización, de la información, de la economía del conocimiento, del calentamiento global. En definitiva, estamos transitando hacia lo que podríamos definir como la post-historia.

No obstante, la propagación del Covid-19 ha puesto al descubierto diversos problemas que existían desde tiempo ha, provocando el sentimiento de que estamos viviendo un nihilismo global, donde se nos presentan infinidad de conflictos que no conocíamos ni sabemos cómo resolver individualmente. Y no pocos habían sido prevenidos en foros internacionales (sugerimos leer las conclusiones del primer informe anual sobre Preparación Mundial de Emergencias Sanitarias, “El espectro de una urgencia sanitaria global se vislumbra en el horizonte” de The Global Preparedness Monitoring Board GPMB, septiembre 2019).

Problemas sociales, culturales, económicos y —específica y fundamentalmente— conflictos en cuanto al derecho a la salud, impactan a los sectores más vulnerables y revelan cómo la constitución de los Estados hasta el presente no es más que una entelequia, justo en tiempos que requieren de una institución que asuma la obligación de adoptar todas y cada una de las medidas necesarias para evitar los efectos devastadores sobre la salud, y mitigar los efectos graves en la situación económica.

Ello tiene la mayor significancia cuando hablamos de países con tanto índice de pobreza como Argentina y toda América Latina: si los Estados no actúan oportunamente, aumenta el sufrimiento y el riesgo de vida de los grupos que viven o están cerca de la marginalidad.

En este escenario, surgen aquellos que creen que lo más importante es salvar la vida como valor supremo y, por otra parte, los que plantean que si no salvamos la economía, nos quedamos sin futuro; si no seguimos funcionando como aparato productivo, desembocamos irremediablemente en la pobreza, que también provoca la muerte.

Frente a estos dilemas, aparece una infinidad de interrogantes para el día después, como a qué mundo estamos entrando y cómo lo debemos redefinir; cómo podemos explicar y explicarnos las mutaciones por las que estamos atravesando. Una realidad cambiante nos hace modificar muchas de las concepciones que hasta ahora habíamos construido, como la manera en que vivimos y cómo descifraremos el mundo a partir de ahora.

Otros cuestionamientos que surgen son qué construcción del yo pretendo hacia el futuro; cómo interpretaremos el sistema y el modelo neoliberal en que vivimos; y si seremos capaces de construir un modelo global diferente del que existe; diferente al de la acumulación y la lucha por la hegemonía del poder.

Pero hay más:
– a partir del día después, ¿podremos sustentar los mismos criterios de verdad en que nos basamos hasta ahora?
– ¿cómo dilucidar los dilemas que de ahora en más enfrentaremos?
– ¿con qué herramientas emocionales y materiales contamos?
– ¿nos ha servido todo lo que hemos avanzado hasta ahora en todos los campos de la biociencia y la biotecnología?
– ¿podremos repensar, elaborar y construir un mundo que nos permita vivir con mayor bienestar, tranquilidad y, fundamentalmente, con mayor equidad y justicia? ¿De qué y de quién depende?

En definitiva, ¿podremos reformular nuestra conciencia histórica y lograr construir un nuevo modelo de desarrollo donde la solidaridad sea primordial? Para siquiera comenzar con el análisis se deberá, en primer instancia, tener presente las razones de cómo llegamos a la situación en la que hoy nos encontramos, con graves problemas de toda índole, que padece más del noventa por ciento de la población mundial.

Algunos sostienen que si no tomamos consciencia de la vulnerabilidad del ser humano, despojándonos de una omnipotencia ridícula (pese a que algunos líderes mundiales se resisten a comprenderla), no habrá un nuevo orden socioeconómico global, ni una ecología sostenible a nivel universal, ni un sistema mundial igualitario, ni una conciencia solidaria. Entonces, la pregunta que nos debemos hacer es: ¿cuántos millones de cadáveres y de desocupados se necesitan para derribar estos muros y construir puentes?

Frente a una total incertidumbre, la respuesta, que comparto, es quizá la que nos dio Yuval Harari hace unos días en un artículo que se publicó en el Financial Times, en el que sostiene que estamos frente a dos antinomias.

La primera se debate entre la instalación de un sistema de vigilancia totalitaria, similar al modelo normalizador planteado por Michel Foucault o el de control de la psicopolítica como modelo impuesto por el “panóptico digital”, que nos muestra Byung-Chul-Han, y el empoderamiento de la ciudadanía.

La segunda alternativa va entre el retorno del nacionalismo y la afirmación de la solidaridad global.

Sin dudarlo ni un instante, creo que el reto de la humanidad, hoy, es crear una inteligencia colectiva que nos permita enfrentar los desafíos que esta epidemia nos plantea, sabiendo que la salud para todos debe ser garantizada por el Estado, que se debe combatir definitivamente la pobreza, la contaminación ambiental, las desigualdades sociales; que es una obligación aplicar todos los recursos biocientíficos y biotecnológicos para mejorar la calidad de vida de todos los habitantes del planeta.

 
Jorge Carlos Berbere Delgado es profesor titular de Derecho de Familia y Sucesiones. También es Director del Seminario de Investigación en Bioética de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, Argentina.

 
* Este es un extracto del artículo escrito por el autor para el Seminario “Dilemas bioéticos en las relaciones de familia durante el aislamiento social. Perspectivas internacionales y locales”, organizado por la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires y que se realizó el 21 de mayo de 2020.

 

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