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martes, 8 de octubre de 2024

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Mediciones y rankings de abogados

«Un abogado de excelencia debe lograr sustentar su prestigio ante la sociedad y también internamente, ante los socios y pares, lo cual genera altos niveles de exigencia profesional para destacarse».

Gustavo Rodríguez - 9 agosto, 2018

Gustavo RodríguezGustavo Rodríguez
Gustavo Rodríguez

Que el mercado legal —y estoy enfocándome en el análisis de los estudios jurídicos— no es el mismo que hace 10 años atrás, es innegable. Hoy la competencia es un factor crucial, que define al sector.

Y esta competitividad ha traído consecuencias, como la dificultad de atraer nuevos clientes, pero también de mantenerlos fieles. ¿Por qué? Por varias razones, pero una de las que más peso tiene es el crecimiento de la cantidad de oferentes de servicios jurídicos, lo que ha llevado a una competencia de precios.

Entonces al buen abogado, el «abogado destacado», ha tenido que preocuparse de cumplir con ciertas características y condiciones que le permitan sobresalir. Lo importante de esta nueva escena es que no sólo debe ser valorado por los clientes, sino que también por los socios de la firma en la que quiere hacer carrera.

Conocer las leyes que pueden afectar a un cliente (o a varios) ya no es suficiente: se necesitan más capacidades y habilidades para que un abogado sea un aporte efectivo al desarrollo de los estudios y la satisfacción de los clientes. Los abogados talentosos y destacados deben poseer más habilidades que antaño.

Tras este preámbulo es lícito preguntarse: ¿sería útil que existiera un ranking interno para evaluar de manera más objetiva el talento y las capacidades profesionales de los abogados en un estudio?

En alguna publicación anterior me referí a los requerimientos que hoy hace una firma a sus abogados, que tienen que ver con la capacidad para desempeñarse con excelencia ante los clientes, y que son medibles.

Esta medición debe incluir mecanismos que permitan reconocer en un abogado su visibilidad; su prestigio; si se interesa y conoce las necesidades del cliente, lo que se llama comúnmente «orientación clara hacia el cliente»; su liderazgo; su influencia.

Muy ligado a ello, nos guste o no, se deberán evaluarán también la capacidad para captar clientes y aportarlos al estudio, así como el cobro sostenido en el tiempo de las horas empleadas en prestar los servicios… mientras siga vivo el sistema de facturación por horas.

Nos estamos enfocando en habilidades blandas, sí, porque la calidad y el rigor profesional, el conocimiento y la experiencia, se dan por descontados.

Entre otras dimensiones que generen valor al estudio y que pueden ser evaluadas, están las propuestas de innovación, las publicaciones académicas y en medios de comunicación, exposiciones en actividades —segmentadas o masivas— y el claro interés por mantener sus conocimientos actualizados.

Respondiendo a la interrogante, sí, es conveniente elaborar un ranking interno que permita reconocer de manera más objetiva a un profesional de excelencia y destacado. Ello evita percepciones personales subjetivas y hace posible tener políticas de atracción, desarrollo y promoción de talentos.

Cómo se conjugan la excelencia y la competencia con calidad de vida y gratificación personal… eso es harina de otro costal y materia de la próxima columna.

 
* Gustavo Rodríguez Lazcano es ingeniero civil industrial, socio de GR Soluciones, y se dedica hace dos décadas a prestar asesorías en gestión para firmas de abogados, en temas como modelo de negocios, modelos societarios, procesos internos y capital humano.

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