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Gillian Hadfield: una infraestructura legal para el siglo XXI
Normas «igual de innovativas que la tecnología» sería clave para lidiar con los problemas que los desarrollos tecnológicos y su uso en la sociedad hagan surgir en el futuro.
31 enero, 2022
-Propuestas como la de los neuroderechos son un ejemplo de ideas de legislación que han surgido para controlar el desarrollo, en este caso, de las neurotecnologías, de modo tal que los derechos de las personas no se vean conculcados. Aun así, ¿qué ocurre con otras innovaciones como la inteligencia artificial, la realidad virtual o la masiva influencia que las redes sociales están adquiriendo sobre las interacciones humanas?
Gillian Hadfield, directora del Schwartz Reisman Institute for Technology and Society, ha dedicado más de 40 años de carrera profesional a la investigación que responda a esa pregunta, esto es, cómo asegurar, por medio de leyes y el mercado, que el desarrollo tecnológico avance sin colisionar con los derechos de la gente.
Hadfield tiene un doctorado y una maestría en economía de la Stanford University, y es juris doctor de la Stanford Law School. Es, además, Senior Policy Advisor en OpenAI, organización que busca colaborar en un desarrollo ético de las tecnologías construidas con inteligencia artificial.
La regulación de las tecnologías es el foco del instituto Schwartz Reisman, que Hadfield dirige, con foco en soluciones a los desafíos generados y que ocurrirán por el constante desarrollo tecnológico. Para lograr sus objetivos, hacen uso de un enfoque multidisciplinario que comprende machine learning, ingeniería informática, epistemología, teoría de sistemas, ética, legal design, sistemas de gobierno y derechos humanos.
«La investigación integradora que realizamos replantea el papel de la tecnología en la sociedad, las necesidades contemporáneas de las comunidades humanas y los sistemas que las rigen. Investigamos la mejor manera de alinear la tecnología con los valores humanos y desarrollarla en consecuencia», declara la organización en su sitio web.
Actualizando los sistemas legales
Hadfield tiene la firme creencia de que uno de los grandes desafíos con los que tiene que lidiar la humanidad es la de un desarrollo tecnológico que está a un nivel mucho más avanzado que las propias leyes que lo rigen.
«Un montón de nuestra infraestructura legal está diseñada principalmente para el siglo XX y la economía de la producción en masa, donde las cosas se desarrollaban de forma física en un lugar determinado, principalmente en una nación, y donde las regulaciones nacían y tenían vigor en esos lugares», dijo la académica en una entrevista para el Harvard Business School Digital Initiative.
Otro problema en la forma en la que funciona el sistema legal actual es la lentitud del judicial a la hora de lidiar con el rápido desarrollo tecnológico. En una charla TED, Hadfield analiza el caso en el que el gobierno de Estados Unidos demandó en 1998 a Microsoft por quebrantar la ley antimonopolio: tomó 13 años en resolverse. Ello sería una gran desventaja para el Derecho.
La propia dependencia que los gobiernos tienen de la tecnología y las empresas que las crean a la hora de legislar constituiría otro tema para estar alertas. Un relevante ejemplo que la académica pone sobre la mesa es la situación de la Unión Europea, que necesita la ayuda de Google para asegurar que se cumpla el derecho al olvido en internet.
«Nuestros gobiernos son superados por las empresas Big Tech, que tienen la mayoría de la información: los computadores y los ingenieros», dijo en la charla.
Propuestas para el futuro
La solución que Gillian Hadfield propone consiste en que las normas sean «igual de innovativas que la tecnología». Contó así la historia de un prototipo de aplicación, que permite descubrir de manera automática violaciones de políticas de privacidad. Esta clase de tecnología regulatoria facilitaría en gran medida la fiscalización de redes sociales y otros avances digitales.
Durante su charla Ted, Hadfield sugiere 3 soluciones para enfrentar los desafíos del futuro: la creación de mercados de tecnología regulatoria que incentive la creación de tales dispositivos bajo el control del gobierno; apoyar a los abogados que están actualizando el ejercicio del Derecho para este siglo; y, finalmente, que volverse uno mismo un agente de cambio al recomendar ideas a la hora de crear regulaciones para los desafíos del mañana.
“Realmente creo que la inteligencia artificial y otras poderosas tecnologías pueden hacer el mundo un lugar mejor, pero tenemos que ponerle un arnés a estas compañías Big Tech. Necesitamos regresar a ese equilibrio entre el mercado y nuestras leyes y creo que podemos si somos igual de innovadores en nuestras reglas como lo somos con nuestra tecnología”, concluye la académica.
Crédito foto portada: USC Gould School of Law.
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