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Frederick Forsyth, el mercenario de la pluma

«Forsyth no tiene tapujos en admitir ser un mercenario (muy bien pagado) de la pluma. Chacal era un cotizado sicario que elegía que trabajos realizar(…)». Lee la reseña de Arturo Ferrari sobre el libro Chacal del autor británico Frederick Forsyth.

- 4 febrero, 2019

Arturo Ferrari

«Frederic Forsyth solo escribe por encargo», tituló el diario El País a un artículo que recogía declaraciones del escritor inglés a raíz del estreno en España de la versión cinematográfica de El cuarto protocolo, su octava novela.

A la fecha ya llega a la veintena de obras de ficción. «Hay escritores que no pueden parar de escribir, que no se sienten bien si no están con su máquina. Yo soy al contrario (…) prefiero no escribir y, en todo caso, hacer un libro importante cada cuatro o cinco años», afirma con marcado orgullo. Esta fórmula parece haber sido la correcta: tiene más de 75 millones de libros vendidos.

En 2015 publicó El intruso, su autobiografía, donde confiesa haber espiado para el M16, el servicio secreto británico, agencia para la que trabajó bajo la cobertura de su condición de escritor. Forsyth fue reclutado por un agente del M16 para elaborar una serie de informes que revelaran aquello que realmente estaba ocurriendo en Biafra, una región del sur de Nigeria, rica en petróleo, que intentó independizarse a finales de la década del 60. El intento de secesión fue aplastado ferozmente por las tropas leales al Gobierno, que contó con el apoyo de Gran Bretaña y Estados Unidos.

Esta guerra ocasionó una hambruna que según algunos cálculos mató a casi dos millones de personas. Mientras que el Foreign Office insistía que se debía seguir armando al ejército nigeriano, el M16 decía que ello solo empeoraría las cosas. «Me dieron un montón de sobres dirigidos a una falsa tía mía en Londres, con el sello puesto, y todo lo que tenía que hacer desde Biafra era meter mi informe (…) y dárselo a uno de los misioneros que salían. Pero el Gobierno no cambio de opinión», dijo en otra entrevista concedida a El País.

Aterrizó en París, con apenas 23 años, como periodista de Reuters a inicios de los años 60. El general Charles de Gaulle gobernaba Francia. Héroe de guerra -encabezó la resistencia al armisticio firmado por el Gobierno colaboracionista francés durante la Segunda Guerra Mundial-, y fundador de la V República, había sido declarado enemigo público número uno de la OAS (Organisation de l’Armée Secrète), una organización de extrema derecha integrada principalmente por militares que rechazaban la independencia de Argelia.

El despliegue de seguridad de los servicios secretos franceses hacía imposible que un atentado contra su vida tuviera éxito. Salvo, quizá, para un asesino a sueldo, fuera del radar de la policía. Y el Chacal había sido elegido para esta impostergable misión.

Gabriel García Márquez, en uno de sus talleres de escritura, comentó que Chacal habría sido una de las mejores novelas del siglo XX si Forsyth se hubiera atrevido a asesinar al general De Gaulle en la ficción. Así, pasados 200 años, las personas no sabrían si este murió en su cama o en un ataque terrorista. No estaba tan alejado de la realidad. El mismo Forsyth afirmó en una entrevista que una vez se le acercó un joven de 20 años que dijo que admiraba su prodigiosa admiración por inventar un personaje como De Gaulle. Nunca había oído hablar de él.

Tras ser despido de la BBC por mantener una posición crítica a la guerra en Biafra a Forsyth no le quedaron muchos caminos. Vuelve a Londres y escribe Chacal en apenas 35 días. Nunca imaginó el éxito que tendría. Luego siguen Odessa y Los perros de la guerra. Obsesionada con acabar con De Gaulle, la OAS contrata a un sicario inglés de amplio currículum para llevar a cabo este trabajo. A sugerencia suya, y para mantener la confidencialidad de la misión, lo bautizan como chacal. Él se encarga con absoluta meticulosidad de preparar esta delicada tarea, desde el arma a utilizar, hasta documentos de identidad falsos. Nada ni nadie pueden detener lo que debería ser su último encargo. Y el más perfecto.

La autenticidad que goza la historia nos hace pensar que quizá en realidad todo ocurrió tal como es contado por Forsyth. Chacal está convencido de que puede lograr el objetivo. Medio millón de dólares era el precio fijado por la cabeza del viejo general francés. Lo suficiente como para una cómoda jubilación.

No imaginaba que Claude Lebel, inspector de la policía francesa, alertada por una ola repentina de asaltos a bancos desatada por la OAS -destinada a recolectar el dinero para pagar sus honorarios- y el misterioso comportamiento de su dirigencia -escondida en un hotel en Roma a la espera del desenlace de la misión- iniciaría su propia cacería.

Forsyth no tiene tapujos en admitir ser un mercenario (muy bien pagado) de la pluma. Chacal era un cotizado sicario que elegía que trabajos realizar. Lebel era un policía al que solo le quedaba cumplir con su deber para con la patria.

*Arturo Ferrari es Gerente de comunicaciones de Muñiz, Olaya, Meléndez, Castro, Ono & Herrera Abogados

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