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sábado, 4 de mayo de 2024

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¿Es mío el contenido que subo a redes sociales?

Talentos jóvenes de todo el mundo son reconocidos en el Día Mundial de la Propiedad Intelectual por sus aportes en la creación e innovación, pero en la cotidianidad inmersiva de las redes sociales se diluye la autoría de sus propios contenidos.

- 26 abril, 2022

A inicios del milenio la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) declaró que el 26 de abril se celebra el Día Internacional de la Propiedad Intelectual con el propósito de recordar el valor de este derecho y su contribución al desarrollo humano.

Este año la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) —sección de la ONU encargada de esta materia— vincula la fecha con el potencial que tiene la juventud para innovar, crear e implementar una transición hacia un futuro más sostenible.

Aunque así pudiera pensarse, el aporte de los jóvenes no se limita a la robótica, programación de inteligencia artificial o la escritura de obras literarias: todos los días, millones de mentes frescas a lo largo del mundo innovan y crean contenidos en redes sociales (RR.SS.). Producen, editan y masterizan piezas audiovisuales con el objetivo de entretener o simplemente como medio de expresión.

El Digital 2021 Global Overview Report señala que en Chile hay 16 millones de usuarios activos en redes sociales que representa al 83,5% de la población, mientras que la encuesta Cadem (2019) sobre consumo de RR.SS. muestra que la presencia de la Generación Z (13 a 21 años) es dominante en Instagram y YouTube —seguidos por los Millennials—, plataformas conocidas por que el código comunicacional entre sus usuarios es la creación audiovisual y gráfica, que permite generar y editar videos, audios o archivos gif (memes).

Sin embargo, al observar Facebook y WhatsApp, donde mayoritariamente se comparten archivos y los usuarios se comunican mediante texto, es el tramo etario entre 22 a 53 el que domina estas redes. En otras palabras, los usuarios más jóvenes prefieren plataformas digitales que faciliten la creación de productos audiovisuales.

Las principales redes sociales utilizadas por los “nativos digitales” y la generación de los “90s” determinan en sus políticas de uso la propiedad intelectual, uso de marcas y derechos de autor. Y específicamente, la propiedad de los contenidos. ¿Qué pasaría si en TikTok o en Instagram se crea un cortometraje capaz de ganar un Oscar? ¿De quién sería el galardón?

“Lo primero que uno debe hacer —y no se hace— es leer los términos y condiciones. En Instagram, por ejemplo, encontramos que el contenido es tuyo, pero al aceptar los términos y condiciones otorgas una licencia para que esta red social utilice tu contenido. En consecuencia, si el corto que hiciste, lo publicaste en esta red, queda nominado al Oscar y lo gana, no hay duda de que el premio sería de su creador”, comenta María José Arancibia, abogada chilena, socia de Obrador Digital y profesora universitaria.

sin filtrosMaría José Arancibia

Aceptar términos y condiciones permite que la plataforma pueda hacer uso de nuestro contenido —tomar, duplicar, distribuir— sin tener la necesidad de solicitar nuestro permiso. Sin embargo, la red social tiene esta facultad solo mientras nuestro contenido esté disponible dentro del sitio.

No obstante, “todo lo que uno publica de manera voluntaria en cualquiera de estas plataformas, ya sea en mi perfil en Facebook, Instagram o TikTok es un contenido que queda publicado para siempre y es público, salvo que los usuarios apliquen medidas de privacidad”, dice Patricia Peña, periodista y académica del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile.

Patricia Peña

Si bien la propiedad intelectual busca proteger la innovación y la obra de los creadores, puede dar paso a la obtención de regalías económicas si aquella se explota, como por ejemplo, mediante las patentes de invención o, en el ámbito musical o literario, el pago de derechos de autor.

Entregar esta licencia por el uso de nuestros contenidos en las redes sociales también permite obtener regalías, pero de forma indirecta. Supongamos que subimos una fotografía panorámica de Viena y tiene un elevado número de “me gusta”, entonces el algoritmo de la plataforma detecta que el material es llamativo y lo mostrará a usuarios con intereses similares. Cuando estos usuarios reaccionen ante este contenido, con alta probabilidad la inteligencia artificial visualizará publicidad.

Considerando las licencias que las redes sociales adquieren por nuestros contenidos, ¿es lo único que les cedemos a los controladores de las redes sociales? No, lo que interesa en términos de modelo de negocio son nuestros datos personales con fines publicitarios.

Según las “Condiciones de uso” de Instagram, en lugar de pagar por el uso de la aplicación “aceptas” que puedan mostrarte anuncios que negocios y organizaciones pagan para promocionar: “Usamos tus datos personales, como información sobre tus actividades e intereses, para mostrarte anuncios que sean más relevantes para ti”, se puede leer. Pues bien, este sería su modelo de negocio y su forma de percibir ingresos.

Las comunidades

Bajo este contexto, ¿podemos los usuarios incidir en las políticas de uso? Desde que internet se masificó, los usuarios buscaron generar espacios de conversación e interacción. Uno de los primeros modelos de lo que se conoce como “comunidades virtuales” fue el Internet Relay Chat. En este espacio la comunidad podía construir colaborativamente sus propias normas de moderación.

En la actualidad, las compañías que controlan las redes sociales toman parte de esta impronta e instalan normativas de regulación de contenidos. “Pero no es consultado con la comunidad. Lo que hacen estas empresas no es ponerse de acuerdo, sino que imponer un contrato de adhesión que es aceptado en los términos y condiciones y que incluyen las políticas de uso, en las que se define quién se queda con los contenidos”, asegura Peña, presidenta de la Fundación Datos Protegidos.

Incluso antes de que YouTube fuera adquirida por Google,  fue la primera plataforma que apostó por financiar contenidos atractivos creados por sus propios usuarios, fidelizando a quienes presentaran mayores visitas e invisibilizando a canales con pocas reproducciones. En esta línea, aplicaciones como Spotify, Only Fans o Kwai operan de forma similar y buscan capitalizar a los creadores más populares adquiriendo un porcentaje de las ganancias.

Cada plataforma contiene sus propias políticas de uso y normas de comunidad y, para conocer el destino de su propiedad intelectual, es clave detenerse antes de aceptar los “Términos y Condiciones”.

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