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viernes, 19 de abril de 2024

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El examen de grado al banquillo

Silencios macabros, preguntas descabelladas, conclusiones apresuradas, comisiones impacientes. El terror de encontrarse sentado frente a lo que muchos denominan “el momento más importante de la carrera”, para muchos abogados, algunos con varias canas, sigue siendo tema de conversación.

- 25 noviembre, 2013

María del Carmen Coeymans Z.

Silencios macabros, preguntas descabelladas, conclusiones apresuradas, comisiones impacientes. El terror de encontrarse sentado frente a lo que muchos denominan “el momento más importante de la carrera”, para muchos abogados, algunos con varias canas, sigue siendo tema de conversación obligado cuando los asalta la nostalgia, y el tan temido examen de grado vuelve a sus memorias con toda su implacable trascendencia, como si de ello dependiera lo que nos define como buenos o malos profesionales.

Algunos lo recuerdan con humor, otros prefieren no entrar en detalles, muchos otros relatan con orgullo las peripecias con que dieron vuelta al profesor examinador, y de las relucientes 3 coloradas con que se fueron saltando de alegría a la casa tras meses de esclavitud.

Pero más allá de las anécdotas, que muchas veces esconden verdades no tan cómodas, la experiencia de estudiar y rendir un examen de grado oral, frente a una comisión con aires de tribunal supremo, tiene poco de glamour, mucho del esfuerzo propio, y algo de suerte. Para muchos es una experiencia formadora, que nos enfrenta con la crudeza de lo que hicimos hacia atrás, ya sea para comprobar que no aprendimos nada en 5 años, o que después de todo sabíamos bastante más de lo que imaginábamos.

Y aunque varias universidades ya han adoptado nuevos métodos para que el alumno sea evaluado y pueda licenciarse, el examen de grado oral sigue siendo una realidad ineludible para la gran mayoría de los estudiantes de derecho en Chile.

Del mito, de lo real, y de lo que debiésemos reflexionar, algunas recomendaciones de una abogada a la que están comenzando a aparecerle sus primeras canas:

“El examen de grado requiere al menos seis meses de estudio.”

Una de las grandes equivocaciones que todo estudiante ávido por aprender comete, es convencerse de que mientras más tiempo dedique al estudio del examen de grado, mejor será su rendimiento. Seis meses debieran ser el límite por sobre el cual, todo lo demás será exceso, cansancio, y en definitiva, tentar a su buen humor y sanidad mental. Y si las “circunstancias” lo obligan a tomarse más tiempo, cuidado con caer en la autocompasión (“soy lento para aprender”), o en dar rienda suelta a su imaginación (“quiero tomarme con calma este proceso”). Nada de peor gusto que fabricar excepciones dilatorias sin necesidad.

Orden de No Innovar

El entusiasmo que nos invade al partir este camino, provoca entre otros, que el estudiante explore nuevas metodologías de estudio, porque “ahora si que sí me va a resultar”. Por ejemplo, si usted durante sus 5 años de carrera jamás elaboró un “resumen” de la materia para estudiarla, créame, ésta no es la oportunidad de intentarlo. El tiempo que invierta en domar la técnica le robará preciadas horas de comprensión, lectura, interrogación, o el que sea su método, el que si le ha dado buenos resultados, no debiese cambiar, sino más bien potenciar. De lo contrario, busque ayuda pero no espere milagros; doblegar la voluntad en un par de meses no es cosa fácil. Haberlo sabido antes.

¿Concentración exclusiva?

Resulta una pésima idea creer que es factible compatibilizar la preparación del examen de grado con un “par de meses” procurando, o con alguna otra actividad que le demande tiempo y neuronas en exceso. El malabarismo intelectual es un arte que pocos dominan, y quien no comprenda que el estudio de este examen es una etapa que requiere dedicación completa y concentración, se acerca peligrosamente al camino del fracaso y de la desesperación de último minuto. Sin embargo, transformarse en un ratón de biblioteca, sin conexión con el mundo exterior, lo puede exponer a un grave daño físico, mental y social. No se vuelva un ser insufrible. Haga deporte, lea el diario, salga con sus amigos, vea la teleserie. Evite Twitter.

“No sé por dónde empezar a estudiar” y el dilema del interrogador

Hay quienes nacen con el don de la disciplina y el rigor, y aprenden solos a domarse desde niños. Como el resto de los mortales necesitamos un poco de ayuda, 3 pasos básicos a seguir: (i) planifique sus meses de estudio. Diseñe una carta gantt, haga un esquema y péguelo en su escritorio, use un calendario y haga estimaciones que lo ayudarán a tener una carta de navegación. En el camino seguramente hará adecuaciones, no entre en pánico, la idea es avanzar; (ii) impóngase un horario de estudio humano, y cúmplalo; y (iii) recurra a un interrogador sólo si usted lo cree necesario, y siempre y cuando no fuerce un ritmo que le sea incómodo. Un buen método es someterse a interrogaciones sólo en el último mes. Busque el equilibrio, su bolsillo se lo agradecerá.

“Nos vamos al campo del Chino a estudiar”

He aquí un ítem sensible de abordar, ya que los amantes de la naturaleza siempre defenderán el derecho a estudiar con vista al mar, a los cerros, o a la casa de la vecina. Muchos se retiran, en actitud benedictina, ya que encuentran en este aislamiento terrenal la concentración suficiente para ahondar en los conocimientos, y por qué no, en los lazos de amistad. Sin atacar a quienes de buena fe organizan estas huidas lectivas, le invito a reflexionar y sincerar sus intenciones antes de partir. Haga un control de calidad a los integrantes del equipo, defina objetivos claros y realistas, y ante todo, no se engañe. Un buen paseo a la playa no le hace mal a nadie.

“Me tocó una comisión del terror”

Frente a tan lamentable situación, existen dos maneras de reaccionar; asumir la realidad y seguir adelante, o bien, entrar en pánico, pedir cambio de comisión una y otra vez (con la consecuente dilatación de la fecha del examen), a ver si de pronto surge una comisión estrella, que le adelanto, no existe. La experiencia nos ha enseñado que no hay que fiarse de lo que “dicen” que siempre pregunta ese profesor, ni de que efectivamente, ése sea el profesor que lo interrogue. Su comisión puede cambiar media hora antes de su examen. Y sea que usted conozca personalmente o no a los ilustrísimos, el día de los hechos queda prohibido enfrascarse en discusiones dogmáticas y medievales de alto calibre con alguno de sus interrogadores, porque recuerde, el hilo siempre se corta por lo más delgado.

“Si me va mal, me muero”

La neurosis colectiva que genera la perspectiva de un examen que vale lo mismo que los cinco años que usted lleva estudiando, provoca serios problemas en la manera en que éste se enfrenta, más todavía cuando se gana un vale otro. El examen de grado no es un momento que pase al olvido en la memoria de un abogado y la presión alrededor no ayuda a bajar los índices de ansiedad. Sólo queda aconsejarle que primero, aproveche el estudio del examen; es una enorme oportunidad de englobar y comprender en profundidad el derecho. Lo segundo, no olvide que su rendimiento académico no equivale sólo a media hora frente a una comisión tras meses de estudio, sino que es el fruto de varios años del mayor o menor esfuerzo que usted haya puesto en el camino. Y por último, tómese con humor esta etapa de la vida. Créame, con el tiempo, la nostalgia y las canas verdes acumuladas, le traerán de vuelta más de una sonrisa.

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