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martes, 23 de abril de 2024

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El dilema de Heidi y la papeleta: un caso de error, aprendizaje y éxito

“El año 2021 y luego de 13 años de experiencia laboral reconocida y valorada en el ámbito legal, la vida me ponía frente a lo que por años era sólo una idea, una teoría, una hipótesis. Muy distinto es investigar en un contexto académico, que experimentar en forma personal aquello que tantas veces conversé con mis alumnos”.

María José Martabit - 11 marzo, 2022

En mi rol de abogada y profesora universitaria, desde hace algunos años vengo investigando sobre el trabajo que hizo el profesor Francis Flynn en la Universidad de Columbia, acerca de Heidi Roizen, una exitosa capitalista de riesgo de Silicon Valley. El profesor Flynn presentó a la mitad de su clase el estudio de caso de Heidi Roizen y su curriculum profesional bajo el nombre real de Heidi, y le dio a la otra mitad el mismo estudio, pero con el nombre cambiado a Howard, para que los alumnos realizaran un análisis de las características y competencias de ambos. Aunque los estudiantes calificaron a Howard y Heidi como igualmente competentes, les pareció que Howard era un líder con el que querían trabajar, porque les gustaba su forma, su liderazgo y personalidad. Sin embargo, no pensaron lo mismo de Heidi, pues, muy por el contrario, no fue considerada empática, no les gustó su liderazgo, fue calificada de agresiva y concluyeron que no les gustaría trabajar con ella.

María José Martabit

Robin Hauser, la famosa productora de documentales, también ha denominado este fenómeno como “The Likeability Dilemma”, el que muestra que un idéntico perfil profesional es calificado distinto dependiendo exclusivamente de si la persona analizada es hombre o es mujer.

Muchas investigaciones como ésta han arrojado resultados que prueban que mientras más asertivas y exitosas son las mujeres en el trabajo, son menos queridas e incluso directamente rechazadas. El estudio ha demostrado una correlación negativa para las mujeres entre el poder y el éxito.

El año 2021 y luego de 13 años de experiencia laboral reconocida y valorada en el ámbito legal, la vida me ponía frente a lo que por años era sólo una idea, una teoría, una hipótesis. Muy distinto es investigar en un contexto académico, que experimentar en forma personal aquello que tantas veces conversé con mis alumnos.

¿Qué pasó? Solicité a mis exjefes participar y competir en el proceso de elección de socios en la oficina en la que trabajé por 7 años y, así, avanzar a la siguiente etapa de mi carrera profesional. La pregunta fue simple: “¿Cómo puedo estar en la ‘papeleta’ de votación de socios este año?”. Jamás imaginé las implicancias: la respuesta fue mi despido.

El argumento que se me entregó para fundamentar esta abrupta decisión fue que mi petición había sido realizada en términos muy “perentorios”.

Luego de la evidente sorpresa inicial, comenzaron a aparecer en mí las inevitables preguntas: ¿cuál es la perentoriedad?, ¿qué debí solicitar u omitir para avanzar en mi carrera profesional?, ¿pude haberlo pedido de una manera distinta?, ¿hubiese sido mejor no pedir nada? ¿hubiese sido mejor esperar? o ¿debí simplemente renunciar para buscar nuevos desafíos de crecimiento en otro lugar?

Venciendo mis temores y confiando en que la verdad prevalecerá, tomé la decisión de “enfrentar al gigante”; no por mí, sino que por todas las abogadas que vienen y especialmente por mi hija y mi hijo: interpuse una demanda por lo que yo creo justo y correcto, y para que lo que me ocurrió a mí, no vuelva a ocurrir.

¿Qué obtuve a cambio? Una contestación de demanda con descalificaciones y creativos ataques personales, inesperada en cuanto al nivel. La controversia había cambiado de escenario, haciendo que un proceso judicial se pareciera más a un pantano.

A pesar del impacto, mientras leía y me enteraba de los supuestos motivos de mi salida, me di cuenta de que ya había demostrado mi punto. Mi despido nunca tuvo que ver con mi calidad profesional o mis valores; las razones reales de mi salida tenían que ver con que yo era percibida por algunas personas como ambiciosa, estratégica, determinada y, claro está, muy perentoria.

En mi caso se impuso “The Likeability Dilemma” y primó la decisión rápida, autoritaria, lo habitual, lo de siempre, la normalización de prácticas que no deberían seguir existiendo en tiempos de grandes cambios.

Me vi de pronto expuesta al mismo dilema de Heidi. Sin buscarlo, la vida me situó en el mismo escenario de tantas mujeres que han tenido que experimentar el despido y el rechazo por el solo hecho de atreverse a ser diferentes y querer dar un paso adelante en el desarrollo profesional.

Habiendo levantado el punto que para mí era relevante, opté por dejar atrás el enfrentamiento, y así logramos acordar una conciliación inédita, nunca vista en un juicio de tutela laboral, en el que se ofrecieron disculpas y se reconocieron hechos extremadamente relevantes para mí. Ya puedo ver lo bueno en todo lo malo, el trago amargo valió la pena. El tema se logró poner en la palestra de manera seria y el espíritu del acuerdo resaltó la necesidad de implementar políticas efectivas, que den resultados positivos, concretos y medibles para la carrera profesional de las abogadas.

En este proceso de reflexión posterior al acuerdo judicial, he resignificado los conceptos de error, fracaso y éxito. He comprendido que lo relevante no es perder o ganar, sino que avanzar, pues quien avanza se siente autorrealizada y fiel a sí misma, sin la necesidad de satisfacer las expectativas de otros. Descubrí que lo que sí quiero es ser valiente, auténtica, arriesgarme, ser imparable cuando se trata de cumplir sueños y trabajar por el bien común y mis ideales. Hoy cierro una etapa en mi vida para comenzar otra.

Tenemos que avanzar y dejar atrás el “dilema”. Necesitamos urgentemente una sociedad más justa, ética, honesta y amable; no porque las cosas siempre hayan sido así seguiremos haciéndolas así. Que todo esto ayude a que llegue el día en que nunca más haya una Heidi cuestionándose su derecho a crecer, avanzar o estar en la “papeleta”.
 

*María José Martabit Sagredo es abogada de la Universidad Católica de Chile, tiene un LL.M. en Propiedad Intelectual de la University of Washington, USA, y cursó el Women’s Leadership Program en Yale, School of Management, USA. Es profesora del curso “Advertising Law” y “Liderazgo Femenino en el Derecho”, del Diplomado de Propiedad Intelectual y del de Consumo, todos en Derecho UC. Además, es autora del libro “El derecho de la publicidad en Chile”, publicado por la Editorial Tirant Lo Blanch y Ed. Derecho UC, el 2021.

*Versión en inglés en el LinkedIn de la autora.

 

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