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sábado, 21 de septiembre de 2024

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El conocimiento mediático no justifica los derechos

A pesar de que académicamente la idea de la “bala mágica” y que la información de los medios de comunicación pueden controlar de una manera perfecta a las personas está desacreditada, en la plaza pública se sigue pensando que la gente vota de una forma porque han sido manipulados por las mentiras de los medios y no por motivos multicausales.

Felipe Riffo - 22 septiembre, 2022

Felipe Riffo | idealisLex

Como ha enseñado la historia, las secuelas de eventos políticos que polarizan la población suelen ser reclamos y opiniones nacidas desde la emocionalidad más que de la racionalidad. Es inevitable, a fin de cuentas; las emociones humanas son el motivo que le dan sentido a la vida, salvo que fuéramos hormigas que sólo saben vestirse bien.

Aun así, la discusión post plebiscito de nueva Constitución en Chile ha sido una muestra más de las pasiones desbordadas de gente ante una situación que no se esperaban. “¿Cómo puede ser que la personas no elijan mi opción política? ¿acaso no saben que lo que quieren es “malo o bueno”?”. Las fake news fueron la explicación principal a tal fenómeno.

El argumento no es nuevo: desde 2016, tras las elecciones en Estados Unidos que convirtieron a Donald Trump en su Presidente, ha habido incontables discusiones respecto de cómo la gente hace uso de su derecho al voto de forma “equivocada” debido a la información errónea que poseen, lo que ha motivado que se proponga como solución la creación de leyes que condenen la desinformación.

Leyes de ese tipo son riesgosas. La Sociedad Interamericana de Prensa advirtió en 2020 (comunicado) qué normas de este tipo aumentarían las restricciones de las personas en América latina y serían herramientas de control de información. No es sorpresa. ¿Quién decide lo que es la verdad absoluta? Un poder de ese tipo es algo que ningún grupo humano debe poseer.

Pero el problema también es que tales ideas y, sobre todo las discusiones que se dan en redes sociales sobre aquello, cuentan en gran parte con un mal entendimiento del funcionamiento de la comunicación y cómo afecta realmente a la gente que lo consume.

Harold Lasswell fue un funcionalista y teórico de la comunicación que durante la década de los 20 propuso la teoría de la “bala mágica” o “aguja hipodérmica”, la que establece que los mensajes emitidos por un emisor son directamente recibidos y aceptados en su totalidad por el receptor, sin cuestionamiento alguno.

Lasswell baso su teoría en la psicología conductista, tan de moda durante la primera mitad del siglo XX, según la cual el comportamiento humano debe estudiarse basándose en las conductas observables. Éstas, de acuerdo al conductismo, serían productos de refuerzos y castigos más que predisposiciones internas. Un experimento clásico de esta rama de la psicología son los estudios con perros donde se moldeaba su comportamiento a base de un sistema de premios.

No es de extrañar que actualmente tanto el conductismo como la teoría de la “bala mágica” no son las teorías principales en sus respectivos campos de estudio. De hecho, la idea de Lasswell no tuvo mucha aceptación entre académicos de la época por carecer, entre otras cosas, de un trabajo empírico sobre investigaciones, ya que surgió de supuestos sobre la naturaleza humana en el momento en que fue elaborada. La teoría considera a las personas como uniformemente controladas por sus instintos biológicos y cuyas reacciones son las mismas entre unos y otros a cualquier estímulo que se manifieste en los medios.

A pesar de que académicamente la idea de la “bala mágica” y que la información de los medios de comunicación pueden controlar de una manera perfecta a las personas está desacreditada, en la plaza pública se sigue pensando que la gente vota de una determinada forma porque han sido manipulados por las mentiras de los medios y no por motivos multicausales.

La gente toma decisiones debido a múltiples factores, y más en casos como un plebiscito o una elección, donde no existe una respuesta “correcta”, por lo que actuar como si una decisión fue tomada por una manipulación mediática y que quienes la tomaron son sujetos pasivos incapaces de interpretar o analizar lo que ven en televisión, sólo se pueden explicar como argumentos nacidos de la emocionalidad.

Los derechos no requieren que la gente tome una decisión específica haciendo uso de ellos y en el derecho al voto es más evidente al no existir una opción “correcta”. Tratar de controlar la información que recibe la gente basados en un parámetro de “verdad” -que en toda escuela de periodismo te enseñan que no es objetiva-, bajo la idea arcaica que reciben la comunicación como seres pasivos me parece una muy mala idea.

O quizás sí somos hormigas.

 
Felipe Riffo es periodista en idealex.press. Se licenció en comunicación social y título en periodismo en la Universidad de Chile.

 
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