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viernes, 10 de octubre de 2025

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Chief AI Legal Officer (CAILO): cuando la inteligencia artificial exige su propio abogado

«¿Por qué este rol debe ocuparlo un abogado? Porque el valor de un despacho radica en el juicio profesional fiable, no solo en documentos bien redactados. Un CAILO-abogado evalúa la tecnología según cómo mejora ese juicio, conoce las obligaciones de confidencialidad y el riesgo de exponer datos confidenciales, y negocia términos críticos con proveedores. Es un puente entre dos mundos».

Gonzalo Álvarez - 10 octubre, 2025

La IA ya no es “otro software” en un despacho, ni una curiosidad de laboratorio. Es una capacidad estratégica que toca el centro del servicio jurídico, el mapa de riesgos y la ecuación económica. Por eso, si una firma quiere liderar la próxima década, no basta con comprar licencias ni con pedirle “algo de IA” al departamento de TI. Hace falta crear —y dotar de poder real— un nuevo asiento en la mesa grande: el Chief AI Legal Officer, el CAILO. No es un CIO/CTO con traje nuevo; es la figura que fija la ambición de IA del despacho, alinea los casos de uso con el negocio y pone gobernanza donde hoy abundan pruebas dispersas y promesas infladas.

CAILOGonzalo Álvarez

Durante años, TI fue el motor silencioso, redes que no caen, ciberseguridad razonable, software actualizado. La IA rompe ese reparto de papeles. Cuando un algoritmo incide en cómo haces due diligence, en qué estrategia eliges para litigar o en cuánto cobras y por qué, la conversación deja de ser operativa para convertirse en ejecutiva. El CAILO se sienta donde se deciden ingresos, riesgos y reputación.

Mientras el CTO cuida el uptime, el CAILO evita que un modelo sesgado contamine una decisión laboral de un cliente, que un generador de textos “alucine” precedentes o que una integración mal pensada ponga en jaque el privilegio abogado-cliente. Ese no es un problema técnico: es un asunto ético, jurídico y reputacional de primer nivel.

El mandato del CAILO se fundamenta en cuatro ejes estratégicos. El primero es la estrategia: mapear con criterio los casos de uso de alto valor —automatización de revisión documental, búsqueda jurisprudencial avanzada, análisis predictivo de litigación, vigilancia regulatoria— y convertirlos en un portafolio con objetivos, presupuesto y KPIs claros: tiempo ahorrado, calidad medida, previsibilidad de costes, satisfacción del cliente.

El segundo es la gobernanza: inventariar y clasificar datos, validar y monitorizar modelos, exigir revisión humana donde haya consecuencias de alto impacto, preparar protocolos de respuesta ante errores y reclamaciones, y cumplir marcos como el RGPD o la Ley europea de IA sin perder agilidad. Aquí, además, encaja el marco de la contratación automatizada: reconocer efectos jurídicos a acciones ejecutadas por sistemas, mantener la neutralidad tecnológica y atribuir las actuaciones del sistema a personas responsables, no a “la máquina”.

El tercer eje es la implementación: romper silos, decidir con criterio qué se compra y qué se construye, integrar con DMS, ERP o CRM sin abrir grietas de seguridad, y estandarizar prompts, evaluaciones y pruebas de regresión para que cada avance no sea artesanal.

El cuarto eje y final es la gestión del cambio: “evangelizar” sin vender humo, capacitar y certificar al personal, establecer límites claros y formar comunidades prácticas y líderes de área. Sin adopción ni cultura, no hay retorno de inversión (ROI).

¿Por qué este rol debe ocuparlo un abogado? Porque el valor de un despacho radica en el juicio profesional fiable, no solo en documentos bien redactados. Un CAILO-abogado evalúa la tecnología según cómo mejora ese juicio, conoce las obligaciones de confidencialidad y el riesgo de exponer datos confidenciales, y negocia términos críticos con proveedores. Es un puente entre dos mundos, por la mañana discute admisibilidad probatoria con un socio de litigios y por la tarde alinea arquitectura de datos y APIs con TI. Esa bilingüidad entre necesidades legales y técnicas para evitar soluciones inviables y gana legitimidad ante quienes dudan, ya que comprende las prioridades del negocio jurídico. Su defensa de la IA se basa en su aporte real a la profesión, no en modas. El “dividendo de tiempo” que libera la IA debe reinvertirse en estrategia, negociación creativa y relación con el cliente. El CAILO asegura que ocurra.

La creación de un rol de liderazgo en IA de alto nivel no es una propuesta teórica; es una tendencia práctica y en aceleración entre los despachos de abogados más innovadores del mundo. El horizonte actual presenta oportunidades concretas en el ámbito jurídico. Surgen nuevas líneas de servicio, tales como productos jurídicos basados en datos, sistemas dinámicos de vigilancia regulatoria y scoring de riesgo contractual. En lugar de vender únicamente horas de abogado, los despachos pueden desarrollar y comercializar herramientas como paneles de evaluación de riesgos de litigio, plataformas de supervisión automatizada del cumplimiento normativo o sistemas de análisis de contratos a escala. Esto diversifica las fuentes de ingresos y crea relaciones más profundas y continuas con los clientes.

Otro punto que se merece destacar es la democratización de la experiencia, permitiendo que despachos de tamaño mediano o incluso pequeños puedan competir en asuntos complejos sin requerir grandes equipos de asociados. El acceso a la justicia se amplía gracias a una reducción de costos para PYMES y particulares.

No obstante, los desafíos que deberá enfrentar un CAILO no son menores. La resistencia cultural se gestiona mediante programas de formación, proyectos piloto que demuestran resultados positivos y la generación de una narrativa orientada al aumento de capacidades, no a su reemplazo. Los riesgos éticos y regulatorios se abordan mediante la creación de comités especializados en IA, la implementación de políticas transparentes, procesos obligatorios de validación y revisión humana, y la construcción de relaciones colaborativas con entes reguladores. Para garantizar la confidencialidad, es recomendable utilizar entornos controlados y diseñar estrategias de gestión de datos.
La creación de un rol de liderazgo en IA de alto nivel no es una propuesta teórica; es una tendencia práctica y en aceleración entre los despachos de abogados más innovadores del mundo.

Entre otras firmas internacionales que han adoptado esta tendencia se encuentran: DLA PIPER/ Mc Dermontt Will & Schulte /Michael Best & Friedrich LLp / Akin Gump Strauss Hauer & Feld LLP. El análisis de las estrategias de estos pioneros revela que, los despachos están adaptando el rol a sus culturas y prioridades estratégicas específicas.

A su vez, se están dando cuenta de que no pueden depender únicamente de productos listos y “generales” (Microsoft/OpenAI/Google/Meta) para usar para crear una ventaja competitiva. La estrategia más sofisticada, liderada por estos CAILOs, implica el uso de plataformas locales (desarrollos internos) y luego la construcción de flujos de trabajo propietarios o aplicaciones personalizadas sobre ellas. Esto permite al despacho codificar su experiencia jurídica única en la tecnología, creando un foso competitivo verdaderamente defendible.

La integración de la inteligencia artificial no es una cuestión de "si", sino de "cómo" y "cuándo". Para los despachos de abogados que aspiran a liderar en la próxima década, la inacción no es una opción viable. Adoptar un enfoque deliberado y estratégico es esencial para aprovechar los beneficios de la IA mientras se mitigan sus riesgos. Un despacho que crea —y empodera— a su CAILO envía un mensaje nítido al mercado: nuestra innovación es responsable, defendible y centrada en el cliente. Al mismo tiempo, la paradoja de la hora facturable en la práctica jurídica.

Al integrar la inteligencia artificial en los procesos legales, el CAILO no solo optimiza la eficiencia interna, sino que también impulsa la creación de valor tangible para el despacho. Esta transformación se traduce en una mayor confianza por parte de los clientes y en una diferenciación clara frente a la competencia. La falta de liderazgo y gobernanza puede derivarse en proyectos piloto realizados sin control adecuado, lo que aumenta la exposición a brechas de privilegio, sesgos no detectados y decisiones irreversibles que comprometen la integridad del servicio legal.

La inteligencia artificial llegó para quedarse, sin embargo, en el mundo de los servicios legales aún falta la intervención experta del abogado en el desarrollo y supervisión de los algoritmos. Nombrar a un Chief AI Legal Officer, escuchar su visión estratégica y dotarle de herramientas reales de decisión constituyen el primer paso serio hacia una gobernanza efectiva en el nuevo paradigma legal. Solo así se garantiza que la IA sirva al propósito profesional y ético del despacho, protegiendo sus intereses y los de sus clientes.

 
*Gonzalo Álvarez Seura es abogado y doctor en Derecho. Es director ejecutivo de Tech-Law.ai y académico en la Facultad de Derecho y Humanidades de la Universidad Central de Chile.

 
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