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“Anatomía de un escándalo”: el privilegio masculino en el banquillo de los acusados

Esta miniserie de Netflix narra un caso ficticio de un político inglés acusado de violación, lo cual adquiere especial relevancia en los tiempos actuales del #MeToo.

- 24 mayo, 2022

Reseña escrita por Juan Ignacio Silva Allende.

“¿Fue una violación o sólo estaban haciendo el amor?”. El político inglés James Whitehouse (Rupert Friend) parece tenerlo todo: proviene de buena familia, apuesto, educado en Oxford, felizmente casado con dos hijos, miembro del gabinete del Primer Ministro —que, además, es uno de sus mejores amigos— y una trayectoria ascendente dentro del Partido Conservador. Hasta que cae en desgracia cuando se ve obligado a confesar a su señora que tuvo un “affaire” con una asistente (Naomi Scott). Y la situación no tarda en complicarse cuando esta última lo acusa de haberla violado.

Ese es el punto inicial de la miniserie original de Netflix “Anatomía de un escándalo”, disponible en aquella plataforma de streaming desde el pasado 15 de abril. Está basada en una novela de Sarah Vaughan, y uno de sus co-creadores y co-guionistas es David E. Kelley, quien tiene en su curriculum varias series exitosas (“Ally McBeal”, “Big little lies”).

Naomi Scott en "Anatomía de un escándalo".

En seis capítulos ágiles y vertiginosos, “Anatomía de un escándalo” se centra en Sophie, la señora del político acusado (Sienna Miller), quien ve como su vida familiar se desmorona a causa del escándalo, y termina cuestionando su relación matrimonial y ciertos episodios de su vida universitaria pasada. La tercera protagonista de la miniserie es la abogada a cargo de la acusación (Michelle Dockery), quien parece tener un especial interés en que el político sea declarado culpable.

Como es de esperarse, el juicio ocupa gran parte de los capítulos. Aquí la principal fuente es el testimonio de los dos involucrados: la asistente que busca justicia y el político acusado. Dada la naturaleza del delito, aquí la palabra clave es consentimiento. Por eso es tan importante la pregunta con la que comienza este artículo y que se repite a lo largo del juicio: ¿Este acto sexual fue buscado y aprobado por las dos partes, y ahora la mujer afirma lo contrario? ¿O el hombre no se dio cuenta —o no le importó— que la otra parte no quería y prosiguió de todas maneras con el acto? Hablo de géneros a nivel general como una manera de remarcar que casos así ocurren en todas partes. Y en esta miniserie, lo que se cuestiona especialmente es el tema del privilegio: cómo algunos hombres llegan a pensar que pueden tocar a una mujer y no les va a pasar nada porque “los chicos siempre serán chicos”, como menciona un personaje.

“Anatomía de un escándalo” es un drama legal correcto, bien filmado y con correctas actuaciones. Con seis capítulos de unos 45 minutos, es una buena alternativa para los que les gusta ver producciones en modo “maratón”. Engancha desde el principio, entretiene y tiene varios giros —sobre todo al final de los capítulos— que garantizan que vas a querer llegar hasta el final.

Elementos técnicos

En cuanto a los actores, destaco la interpretación de Friend como el político al centro de la trama. Con sutiles cambios en el tono de voz y en su expresión facial, es capaz de cambiar en poco tiempo desde una sincera víctima acusado de un crimen horrendo hasta un arrogante presumido que, si fuera chileno, diríamos que es un perfecto ejemplo de un “zorrón”. Y, entremedio, se dedica a compartir con sus hijos como un padre cariñoso, cumpliendo en todas esas facetas de manera convincente.

Otra que destaca es Dockery como la abogada implacable que tiene la mirada fija en su presa y no la piensa soltar. Pero al estar sola o con sus más cercanos, se atreve a dejar atrás sus seguridades, a mostrarse vulnerable y a cuestionarse. Otro punto alto de la miniserie.

Sin embargo, “Anatomía de un escándalo” no está exenta de problemas. Quizás por la breve cantidad de capítulos, faltó una mayor profundidad en el delicado tema al centro de esta producción. Y también hubo ciertos personajes de los cuales una mayor atención hubiera sido muy bienvenida. Como la misma asistente que acusa que fue violada, quien curiosamente —al contrario de otras producciones que hablan de violación o abuso sexual— no tiene tanta preponderancia aquí.

Otro problema son ciertas soluciones efectistas que hacen ruido por lo exagerado. Como que la cámara dé vueltas sin parar para mostrar el estado anímico de un matrimonio en crisis o un hombre que es empujado de la nada para representar cómo le afecta una noticia impactante. Se siente como si los realizadores no tuvieran suficiente fe en el material que tienen y necesitan usar estos “golpes de efecto” en vez de recurrir a la sutileza.

“Anatomía de un escándalo” es una producción bien hecha, bellamente filmada y con estupendas actuaciones. No es una miniserie revolucionaria ni una gran apuesta. Pero entretiene, se pasa rápido sin aburrir y su final es satisfactorio. Y, a veces, con solo tener eso es suficiente.

Revisa el tráiler a continuación:

 
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