“Al derecho de propiedad prima facie de la Corporación Lloyd se opone en forma mediata su deber social prima facie,...
Al amigo Hugo Llanos
“La última vez que lo vi fue en la ceremonia en la que le dieron el doctorado Honoris Causa en la Universidad Central. Ese día le comenté que la verdaderamente honrada era la UCEN. Hugo sonrió, pero con poca energía. Se notaba que su salud se había deteriorado, pero le brillaban los ojos de alegría”.
Silvio Cuneo Nash - 12 agosto, 2024
Seguramente abundarán los homenajes a Hugo Llanos como el gran maestro chileno del derecho internacional. Razones sobran en dicho sentido. No por nada lo llamábamos el Messi de la Universidad Central. Yo simplemente me limitaré a escribir un breve tributo de amigo recordando a Hugo como ese viejo colega con un excelente sentido del humor, pícaro, extremadamente culto, amistoso y de una admirable sencillez.
Hace ya más de un año que Hugo dejó de ir a la facultad por motivos de salud. Desde entonces mantuvimos una conversación constante por WhatsApp donde compartíamos memes, opiniones políticas (casi siempre desde veredas opuestas), recomendaciones de música, películas, libros y otro tipo de comentarios mundanos.
Releyendo los mensajes me conmueve leer la respuesta de Hugo cuando le dije lo mucho que lo extrañábamos en la facultad. “Muchas gracias por tu afecto que me honra muchísimo” fue el mensaje de Hugo que evidencia su esencia de hombre sencillo. Revisando los WhatsApp no puedo dejar de reírme con un mensaje burlesco en que me mandó una foto suya de joven junto a Liv Ullman donde escribió “esto es para que te dé envidia”. Y es que Hugo sabía que me gustaba el cine. Con gentileza siempre leía los artículos o comentarios de cine que le enviaba, comentándolos con sentido crítico, manifestando acuerdos y desacuerdos.
Me acuerdo también cuando me dijo que de las tantas divas del cine italiano el rostro de Claudia Cardinale le parecía de una belleza plena. Luego, con una sonrisa pícara, me dijo que de la Sofía Loren le gustaban otros atributos.
Cómo olvidar cuando iba a mi oficina donde le enseñé lo bien que se escuchaba mi parlante Panasonic que puse a todo volumen. Sin ningún apuro, Hugo se sentó y con toda la calma del mundo me hizo escuchar a Mahler en completo silencio. Luego me explicó el significado religioso de aquella sinfonía y la conversión al catolicismo de su autor.
Hugo algunas veces era un poco testarudo y creía fervientemente que no era compatible el gusto por Mozart y Wagner. Obviamente nunca pude estar de acuerdo con eso, pero escucharlo argumentar era divertido y fascinante. Era tal su pasión cuando hablaba de música que conmovía.
Recuerdo también los usuales almuerzos de los martes en un restorán peruano antes de unas interminables reuniones académicas. “esto me recuerda los martes de Merino” bromeó Hugo haciéndonos reír a todos. Uno de esos martes cuando nos ofrecieron el aperitivo yo pedí un pisco sour normal. Sin embargo, Hugo rápidamente corrigió mi error y le dijo a la camarera “tráigale uno grande, un Vaticano. Y uno igual para mí”. Luego, muerto de la risa, me dijo que la embriaguez podría ayudarnos a sentir más breve la reunión.
Hace unos meses fuimos junto al profesor Zárate a su departamento-museo donde nos explicó la historia de diversas obras de arte que coleccionaba. Ya casi no había espacio para nada. Incluso tenía algunas estatuas fuera del departamento junto a la puerta.
La última vez que lo vi fue en la ceremonia en la que le dieron el doctorado Honoris Causa en la Universidad Central. Ese día le comenté que la verdaderamente honrada era la UCEN. Hugo sonrió, pero con poca energía. Se notaba que su salud se había deteriorado, pero le brillaban los ojos de alegría. El salón estaba lleno y, terminado el homenaje, Hugo rodeado de mujeres, irradiaba júbilo por las muestras de afecto de sus colegas, discípulos, amigos y estudiantes.
No tengo idea qué pasará ahora con Hugo. Ojalá él tenga razón y Dios lo reciba en su gloria. Desde este lado quienes lo conocimos y quisimos lo mantendremos vivo en recuerdos y enseñanzas. Recuerdos por ese maestro que esparcía sabiduría, sencillez y amor. Amor —como decía el divino poeta— que mueve el sol y las demás estrellas.
Silvio Cuneo Nash es abogado de la Universidad de Valparaíso, doctor en Derecho por la Universitat Pompeu Fabra, España y la Universita degli Studi di Trento, Italia. Actualmente, es académico del área de derecho público de la Universidad Central de Chile.
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