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viernes, 22 de noviembre de 2024

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Por qué los alumnos de pregrado en Derecho deberían visitar las cárceles

A raíz de una columna de una estudiante de la Universidad de Massachussets, abordamos este tema. También lo analizan profesores chilenos de procesal penal y te contamos una nueva forma de estudios integrados que imparte la U. de Cambridge.

- 20 diciembre, 2016

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Pierina Cavalli

Lo más probable es que nadie quiera ir voluntariamente de visita a una cárcel, pero si eres un estudiante de Derecho, ¿no crees que es necesario ir?

De esto se trata la columna de Jasmine Carnegie, estudiante de tercer año de Derecho de la Universidad de Massachussets, titulada “Why law schools should go on prison tours?” (¿Por qué las escuelas de Derecho deberían hacer tours a las cárceles?). “Participar en un tour carcelario es una experiencia invaluable para los estudiantes que quieren ejercer el Derecho, especialmente para aquellos que desean trabajar en el sistema criminal de justicia. No tienes nada que perder: ir un par de horas a la cárcel, especialmente si tu futuro trabajo consiste en confinar a las personas a ese lugar o tratar desesperadamente en mantenerlas fuera de ahí”, reflexiona Carnegie.

Carnegie cree que hay dos razones importantes por las que las escuelas deben invertir tiempo en esta actividad. “Primero, porque crea un mejor vínculo entre el sistema legal y el sistema penitenciario, lo que podría ayudar a fomentar cambios en ambos sistemas, beneficiando tanto a los presos como a los gendarmes. En segundo lugar, como potenciales abogados necesitamos comprender plenamente el impacto de nuestras acciones y las ramificaciones de nuestras decisiones”.

Una persona común jamás ha visto el interior de una prisión, ni tampoco ha sentido lo que significa entrar al recinto. “Nosotros, como abogados, no entramos a menos que tengamos un caso o un cliente dentro de la cárcel, y aun así, no vemos más allá del sector de visitas. Pero oímos innumerables historias de condiciones de vida inconstitucionales e historias de horror que terminan en muertes, porque nadie estaba ahí observando lo que ocurría”, dice Carnegie, mientras se pregunta: ¿Cómo luchamos contra algo que nunca hemos visto? ¿Cómo luchamos por algo que nunca hemos experimentado? ¿Cómo sabes que una injusticia ha ocurrido cuando eres sordo a los llantos y súplicas? ¿Cómo somos abogados eficientes si estamos tan arriba de quien pretendemos representar?. Su respuesta es simple: tener presencia en las instalaciones penitenciarias ayudaría a corregir muchos errores, antes de que se llegue a la etapa del juicio.

“Contar con tours a las prisiones expone a los abogados, y a nosotros como futuros abogados, a ver las consecuencias de nuestras acciones y ver las condiciones a las que pueden llegar nuestros clientes y sus adversarios. Permitir a los abogados que visiten estos recintos deja en evidencia las diferencias entre la realidad y lo que aparece en televisión. Nuestra presencia aliviaría algo de su misterio y podría permitir una reducción del estigma, proporcionando así un mayor incentivo para proteger los derechos de quienes viven en la cárcel”, dice la estudiante de Derecho y agrega que también es una buena instancia para los futuros abogados que quieran convertirse en fiscales o abogados defensores. De esta manera, dice, se podría aliviar el estrés que produce entrar al ambiente carcelario cuando se tengan que enfrentar a ello ya trabajando, cuando las consecuencias pueden ser desde la incapacidad para negociar adecuadamente hasta la mera impresión de quedar como un incompetente.

Cárceles, ¿qué pasa en Chile?

Alejandra Mera, profesora de proceso penal de la Universidad Diego Portales, dice que está completamente de acuerdo con la columna de Jasmine Carnegie. Ella lleva a sus alumnos a la ex Penitenciaría, “para que tengan una visión real en la implementación de la ley, ya que es una realidad con la que no te encuentras”.

Lo que más impacta a sus alumnos, según esta profesora de procesal penal, es la potente oposición entre el Centro de Justicia, que es esta imponente construcción nueva y fuerte, y el horrible y decadente edificio de la ex Penitenciaría. “Por eso, toman conciencia en las vulnerabilidades del sistema y la distancia que existe entre la ley y la práctica, de cómo ésta se ejecuta”, cuenta.

El hecho de que pocos conozcan lo que ocurre realmente en las cárceles estaría dado por el hecho de quee el castigo ha dejado de ser algo público: ni plazas con individuos azotados ni el pueblo de testigo. “Ahora las cárceles son lugares aislados, por lo que la gente se desvincula emocionalmente, es menos macabro. Detrás del escenario, no se ven las condiciones deplorables en que se cumple el castigo”, explica Mera, quien busca que sus alumnos puedan tomar decisiones informadas, con todos los antecedentes que necesitan.

El profesor Raúl Carnevali, director del Centro de Estudios de Derecho Penal (CEDEP) de la Universidad de Talca y académico de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de dicho plantel, también lleva a sus alumnos a visitar la cárcel. “El principal propósito es que los alumnos conozcan personalmente la realidad de nuestros recintos carcelarios y se formen su propia opinión», dice.

Carnevali cuenta que al inicio de sus estudios, es muy frecuente que los alumnos tengan una mirada más bien punitivista; consideran que las penas privativas de libertad son las más efectivas y que deberían cumplirse con toda rigurosidad.

También asumen como ciertos determinados discursos, como el de la “puerta giratoria” y que el sistema es excesivamente garantista. «Sin embargo, tras la visita su mirada frente al delito ya es distinta. Por de pronto, cuestionan que la cárcel pueda cumplir un fin resocializador, y se preguntan por la responsabilidad que puede tener la propia sociedad frente al delito», añade.

«Los alumnos comienzan a tomar conciencia del discurso populista y carente de fundamentos de parte de la clase política, que construye su discurso sobre la lógica del delincuente como un enemigo a combatir, sin abordar el problema desde otras perspectivas. Aprecian que las políticas criminales no son inocuas y pueden conllevar consecuencias nefastas”, opina el académico.

Otro objetivo de la visita, según Carnevali, es que los alumnos comprendan el rol social que tiene la profesión de abogado y vayan conociendo los distintos campos laborales que ofrece el sistema de justicia penal.

“Probablemente no existe otra rama del Derecho más expuesta y conocida por la población que el derecho penal: todos los que ingresan a estudiar la carrera tienen una idea de lo que es el delito y la pena. Es importante pues, que conozcan de propia mano y se formen una opinión acerca de los dramas del delito y que todo delincuente, por muy deleznable sea el acto que cometió, tiene el derecho de ser tratado con dignidad”, sostiene.

Otra forma de integración

El Instituto de Criminología de la Universidad de Cambridge tienen un programa llamado Learning Together, creado por las doctoras en Derecho Amy Ludlow y Ruth Armstrong.

Este curso consiste en una educación basada en la cárcel, donde la mitad de los estudiantes son alumnos de Derecho y la otra mitad son sujetos privados de libertad, de modo que cada uno puede aprender de la experiencia del otro. El programa dura 8 semanas, en las que cada sesión es liderada por un profesor de la Universidad de Cambridge. En ellas los estudiantes leen artículos, escuchan conferencias, participan en discusiones en grupos y escriben ensayos donde integran su conocimiento teórico con su experiencia personal del curso.

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